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martes, 13 de junio de 2017

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA: SALAMINA 480 a.d.c


Después de la batalla de las Termópilas, los persas se dirigieron con su gran ejército hacia Atenas, mientras que los griegos, muy superados en número por su enemigo, cruzaron el istmo de Corinto y entraron en el Peloponeso, donde prepararon la defensa. La mayoría de los atenienses había abandonado la ciudad, que fue tomada e incendiada por los persas, y se trasladaron a la isla de Salamina, en la cercana bahía de Eleusis. 

Bajo el mando de Temístocles, Atenas había desarrollado una poderosa flota y, apoyada por unas veinte polis más, había librado la batalla de Artemisio contra la armada persa, mientras otro ejército griego luchaba en las Termópilas. La alianza de flotas griegas se reunió entonces en la bahía de Salamina, y Temístocles convenció a los jefes navales de las distintas polis para que se quedaran y presentaran batalla. Según fuentes antiguas, las fuerzas persas que incluían contingentes de Fenicia, Egipto (y también de los aliados griegos del rey Jerjes) contaban con 1200 naves, mientras que la alianza de polis griegas solo contaba con unas 370, la mitad de las cuales procedían de Atenas. Fuentes actuales, sin embargo, sugieren que eran 600 y 200 barcos, respectivamente. 

Jerjes ordenó un ataque naval e hizo situar su trono en lo alto de una colina que daba a la bahía, desde donde podía contemplar cómo se desarrollaba la acción. Las naves de ambos bandos dependían principalmente de los remeros, pero en cada barco viajaban también unos cuentos soldados, por si había que emprender el abordaje. La mayoría eran trirremes, estrechos y maniobrables, e impulsados por tres hileras de remos. Disponían de un espolón en la proa que podía servir tanto para hundir una navez enemiga como para segar sus remos, y, en consecuencia, inutilizarlas.

Mientras la inmensa flota persa entraba en el pequeño espacio delimitado por la bahía, sus líneas empezaron a desorganizarse. Es posible que Temístocles engañara a los persas para que atacaran en un momento en que el mar estaba picado, lo cual habría afectado a su avance. La flota griega, más reducida, tenía espacio suficiente para maniobrar y pudo abordar las naves persas y atacarlas con los espolones, de modo que la formación enemiga fue perdiendo embarcaciones y quedó sumida en el caos. La lucha encarnizada duró todo el día, pero al final, lo que le quedaba de la flota persa se retiró en desbandada. 

Como se acercaba el invierno y las líneas de abastecimiento eran vulnerables a un ataque por parte de los griegos, Jerjes decidió regresar a casa. No obstante, dejó una parte de su ejército en el norte de Grecia para proseguir la guerra al año siguiente.

La batalla de Salamina fue decisiva para frenar los intentos persas de expandirse hacia el oeste, y la derrota que sufrieron en Platea, en 479 a.n.e, así lo confirmó. Durante los siglos siguientes sería Grecia quien dominaría las tierras del Mediterráneo oriental, y su poderío supuso el florecimiento de la civilización helénica, de la cual deriva la mayor parte de la moderna cultura occidental. 



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