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domingo, 6 de agosto de 2017

HISTORIA DE LA I GUERRA MUNDIAL: EL DESLIZAMIENTO HACIA LA GUERRA




El 23 de julio, a las 6:00 de la tarde, el embajador austro-húngaro envió un ultimátum al gobierno serbio, emprendiendo el camino de una guerra mundial. El ultimátum exigía que los serbios eliminasen las organizaciones terroristas anti-austriacas, que detuviesen la propaganda anti-austriaca y que permitiesen la participación de oficiales austro-húngaros en la investigación de los asesinatos de Sarajevo. Los serbios tenían 48 horas para aceptar las condiciones del ultimátum o hacer la guerra. Serbia aceptó la mayoría de las condiciones, pero -garantizando el apoyo de Rusia- se negó taxativamente a que oficiales austriacos interviniesen en su territorio.

Seguía siendo posible una solución diplomática. El 26 de julio, sir Edward Grey, ministro británico de Asuntos Exteriores, propuso una conferencia de las principales potencias. El káiser Wilhelm II, a su regreso de un crucero vacacional por el mar del Norte, se entusiasmó por la humillación de Serbia y sugirió que la guerra ya no era necesaria.

LA REACCIÓN RUSA

Los elementos dominantes de la élite política y militar austro-húngara no deseaban un triunfo diplomático. Lo que querían era desmembrar Serbia y apuntalar la autoridad de los Habsburgo. Así pues, el 28 de julio, Austria-Hungría declaró la guerra formalmente a Serbia. Quedarse quieta mientras Austria -Hungría derrotaba a Serbia habría supuesto una grave humillación para Rusia; había indicado el final de su anhelada pretensión de expandir su influencia por los Balcanes y en dirección a Constantinopla (la actual Estambul). De ese modo, el 28 de julio, Rusia decidió movilizar sus fuerzas armadas en aquellas regiones enfrentadas a Austria-Hungría, pero no a lo largo de su frontera con Alemania. De repente, las grandes potencias europeas vieron cómo la perspectiva de la guerra se extendía para absorberlas a todas.

La inseguridad y las crisis de la década anterior habían fortalecido las alianzas rivales y habían intensificado los recelos mutuos. Francia y Rusia percibieron que debían resistir o car juntas, pero ninguna de las dos tenía la capacidad industrial o militar para hacer frente a Alemania por su cuenta. Al no hacer ningún esfuerzo para contener a su aliado, los franceses abandonaron de hecho cualquier influencia en el desarrollo de la situación.

MOVILIZACIÓN ALEMANA

En aquel punto de la crisis, una guerra generalizada estaba aún muy lejos de ser inevitable. Pero las principales figuras de los círculos dirigentes alemanes, entre las que se encontraba el Jefe de Estado Mayor, Moltke, y el ministro de Defensa prusiano, Erich von Falkenhayn, decidieron que el momento de la presagiada guerra había llegado, Moltke había argumentado en ocasiones anteriores que, para Alemania sería mejor que la guerra estallase cuanto antes. El 29 de julio, instó la movilización para respaldar a Austria-Hungría. Los planes bélicos alemanes estipulaban que aquella debía dirigirse tanto contra Francia cuanto contra Rusia y que debía implicar la invasión de la neutral Bélgica.

Entre tanto, en San Petesburgo, el debate giraba en torno al sentido práctico de una movilización parcial. Serguéi Sazónov -ministro de Asuntos Exteriores ruso-, temeroso de las intenciones alemanes, forzó una movilización general la tarde del 30 de julio, lo que les hizo el juego a los halcones alemanes, quienes podían aducir entonces que estaban respondiendo a una agresión rusa.

El 31 de julio, el canciller alemán Bethmann-Hollweg le preguntó a Moltke: "¿Está en peligro la patria?. Moltke respondió afirmativamente. El I de agosto, Alemania declaró la guerra a Rusia. El káiser hizo una última apuesta desesperada a favor de la paz enviando un telegrama a su primo, el zar Nicolás II, pero ninguno de los dos jefes de Estado tenían el control de la situación. Cuando el káiser ordenó a Moltke que limitase la guerra a Rusia, le dijeron que la movilización para una guerra en dos frentes no podía cambiarse. El 3 de agosto, Alemania declaró la guerra a Francia.

LOS BRITÁNICOS ENTRAN AL JUEGO

Para los alemanes, un factor crucial aunque desconocido era la reacción de Gran Bretaña. El gobierno británico estaba horrorizado ante la idea de una guerra. Un círculo interno de ministros había ido más allá de lo que se sabía públicamente en cuanto a apoyar a Francia en caso de guerra. Al inicio de las hostilidades, el círculo no tuvo el beneplácito de los demás ministros. Menos ambiguo que las ententes británicas con Francia y Rusia, fue el compromiso con Bélgica. Gran Bretaña era garante de la neutralidad belga según el Tratado de Londres (1839). A fin de aplicar el Plan Schlieffen, el ejército alemán debía cruzar Bélgica. El 2 de agosto, Alemania solicitó servidumbre de paso para sus tropas.

Los belgas optaron por luchar. Cuando los alemanes entraron en Bélgica el 3 de agosto. Gran Bretaña respondió exigiendo su retirada. La declaración de guerra de Gran Bretaña a Alemania se dio el 4 de agosto. El canciller Bethmann-Hollweg le dijo al embajador británico saliente, Edward Goschen, que Gran Bretaña había entrado a la guerra "por un simple pedazo de papel".


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