Buscar este blog

domingo, 6 de agosto de 2017

JACK EL DESTRIPADOR


En Whitechapel, barrio situado en los bajos barrios del Londres victoriano, un carretero regresaba a su hogar tras la jornada de trabajo. Habían dado ya las tres de la madrugada, y aquel hombre cansado no podía imaginar el terrible hallazgo que encontraría en su camino. Sobre una acera yacía una mujer pavorosamente desfigurada, en medio de un gran charco de sangre. La difunta se llamaba Mary Ann Nichols, tenía 42 años y ejercía el denominado "oficio más viejo del mundo. El asesino le había asestado brutales cuchilladas con la matemática precisión de un cirujano. Nadie lo sabía entonces, pero en aquel momento, el 31 de agosto de 1888, nacía un mito en la historia del crimen: Jack el destripador. Más de un siglo después, la amistosa identidad del asesino serial todavía suscita grandes polémicas. 

Pocos días más tarde, la también prostituta Annie Chapman apareció con la cabeza prácticamente separada del cuerpo. Además, el homicida le había abierto el vientre de un tajo para después extraerle las vísceras. Pero la pesadilla estaba lejos de concluir. En las jornadas siguientes se hallaron los cadáveres de otras tres mujeres, todas profesionales del sexo en aquel barrio de mala muerte. A Mary Jane Kelly, una hermosa pelirroja de ojos negros de apenas 25 años, la encontraron despellejada como si fuera un animal. 

Mientras tanto, la policía recibía centenares de cartas en las que sus desconocidos autores se confesaban responsables de las muertes y proporcionaban detalles escalofriantes sobre las mismas. De muchos de estos textos se demostró la falsedad, pero no se sabe con certeza cuántos eran auténticos. 

Tal vez la más escalofriantes de estas misivas fue la que recibió Akin Lusk, responsable del Comité de Vigilancia de Whitechapel. Tenía un artículo que se haría célebre: "Desde el infierno". Con absoluta crudeza, el autor decía a Lusk que le enviaba la mitad del riñón que había extraído a la mujer. La otra mitad se la había comido, como si fuera una prefiguración de Hannibal Lecter. 

La policía no tenía la menor idea de quién podía ser el misterioso criminal. Sin embargo, pese a las amenazas, después de matar a Mary Jane Kelly, no volvió a actuar y nada más se supo de él. Su rastro se perdió para siempre en la niebla londinense. 

EL MÉDICO Y EL DUQUE 

La sociedad británica se sintió conmocionada: arrebatar una vida por puro placer no tenía cabida en la imaginación de los ciudadanos. Con el Destripador aparecería un nuevo concepto de criminología: el del asesinato en serie. El desgraciado asunto ponía al descubierto las múltiples miseria de la Inglaterra victoriana, un mundo profundamente clasista y regido por estrictas normas morales. Bajo el esplendor de un imperio mundial el país ocultaba la pobreza de millones de personas con serias dificultades para mantener la más estricta supervivencia. 

Aunque Scotland Yard investigó los hechos, la identidad del asesino no pudo ser revelada satisfactoriamente. Cuando, a finales de 1888, un abogado se arrojó a las aguas del Támesis, la policía identificó al suicida con Jack el Destripador. Ya no eran necesarias más investigaciones, tampoco continuar con la instrucción del sumario. Sin embargo, el nombre del difunto permaneció en secreto, circunstancia que alentó las más variadas especulaciones. Hoy sabemos que se llamaba Montague Druitt y que provenía de una familia de médicos, hecho que podía explicar los conocimientos que demostraba Jack. Al parecer, estaba relacionado con algunos personajes influyentes, entre los que se hallaba el duque de Clarence. Alberto Víctor, nieto de la reina Victoria. 

El duque es el protagonista de una hipótesis muy popular sobre el Destripador, que implica a la Casa Real Británica. Según esta versión, Alberto Víctor, el hijo mayor del futuro Eduardo VII, se había casado en secreto con una plebeya, una dependienta llamada Annie Elizabeth Crook. De la unión habría nacido una niña, que se había puesto al cuidado de la prostituta Mary Jane Kelly, quien habría intentado chantajear a la monarquía. Esos explicaría que se enviara a William Gull, médico de la casa real, para silenciarla. A ella y sus cuatro amigas. Esta fue la teoría que formuló, en 1967, el escritor Stephen Knight en el libro Jack the Ripper: The Final Solution. La candidatura de Gull, como la de Montague Druitt, carecía de pruebas que la avalaran. 

EL EMPRESARIO CELOSO

La aparición en 1991 del presunto diario del asesino, un manuscrito de 64 páginas, dirigió todas las sospechas hacia James Maybrick. Este empresario algodonero de Liverpool era un hombre de unos cincuenta años, estatura mediana y mirada penetrante. Adicto al arsénico, llevaba una vida disoluta, y todos los fines de semana viajaba a Londres para visitar los burdeles. Pero no se tomó a bien que su esposa Florence, veinticuatro años más joven, le fuera infiel. ¿Decidió entonces que las prostitutas iban a pagar los platos rotos?

La afirmación en el diario de Maybrick de que se había llevado el corazón de Mary Jeane Kelly, la última de las víctimas de Jack el Destripador, resultaba inquietante, puesto que este dato no fue del dominio público hasta 1987. El asunto, en realidad, era muy confuso. El descubridor del diario, acabó por reconocer que lo había escrito él, aunque más tarde se retractó. En general, los especialistas coinciden en que se trata de un documento apócrifo. 

Una de las recientes teorías apunta a un emigrante polaco, Aaron Kosminski. En 2007, el hombre de negocios Russell Edwards, adquirió el supuesto chal de Catherine Eddowes, la segunda víctima del Destripador, y encargó un análisis del ADN encontrado en la prenda. El resultado apuntó a Kosminski a través de una comparación de algunos de sus descendientes. A partir de esta conclusión, Edwards anunció en 2014 que había resuelto el caso y publicitó el libro en que lo exponía "Naming Jack The Ripper". La teoría, sin embargo, suscitó críticas, al basarse en una identificación genética de cuestionable exactitud, tal como lo manifestaron varios expertos. 

0 comentarios:

Publicar un comentario