Se trataba de una comunidad políticamente independiente de cualquier otra, con sus propias estructuras de gobierno basadas en un cuerpo cívico. Este conjunto de ciudadanos podía estructurarse en grupos con más o menos derechos. Cuando sólo un grupo reducido de ciudadanos gozaba de todos los derechos políticos, se trataba de una oligarquía. Si los derechos se extendían a capas más amplias, incluyendo artesanos, jornaleros, pequeños campesinos, entre otros, podía definirse como una democracia, estadio al que llegaron algunas ciudades al final de la Época Arcaica. Eso no quiere decir que los derechos cívicos alcanzaran a todos, ni siquiera en una democracia: había que excluir a los extranjeros, estuvieran de paso o ya asentados en la polis, y a los esclavos. Además, el cincuenta por ciento de la población, las mujeres, poseía derechos cívicos reducidos, restringidos a ciertos ámbitos como el religioso o el familiar (aunque algunas ciudades, como Esparta, gozaban de derechos de propiedad sobre la tierra igual que los hombres)
Físicamente la polis se organizaba alrededor de un centro urbano, amurallado o no. Desde el punto de vista griego, lo importante para distinguir una polis de una aldea bárbara era que en la polis el espacio estaba organizado. Dentro de esa organización había terrenos y edificios públicos construidos alrededor de la plaza, el ágora, cuyo significado etimológico es: "lugar de reunión". Los ciudadanos se congregaban ahí para las tareas de gobierno o para llevar a cabo diversas actividades y rituales que ayudaban a crear vínculo de unión entre la comunidad, como se hacía también en los gimnasios, auténticos centros de vida social. A diferencia de las ciudades micénicas, en el que dominaban los palacios, el principal edificio de la población griega era el templo. Alrededor de él -y no dentro- se organizaba el culto religioso y las fiestas que servían para reforzar su identidad. Con el tiempo, conforme prosperaron, las polis griegas compitieron por construir templos más lujosos y elegantes.
Las polis solían ser pequeñas. Incluyendo las tierras que le rodeaban, su extensión media era de unos ochenta kilómetros cuadrados, y muchas apenas llegaban al millar de habitantes. Por supuesto, existían ciudades mucho mayores, como Tebas, Corinto o las ciudades jonias. Un caso extremo era el del Ática, una polis de 2,500 kilómetros cuadrados, cuyo núcleo urbano era la ciudad de Atenas. Se calcula que llegó a haber 700 polis en Grecia.
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