Quizá fueron los visigodos- o así dice la tradición- quienes levantaron la fortaleza en torno a la cual se levantó la población de Óbidos, cuando en el siglo V invadieron y ocuparon la península ibérica. Utilizaron como cantera los materiales de edificios de un centro termal romano ubicado a pocos kilómetros, hoy llamado Celdas de Rainha (Baños de la Reina), en honor a la soberana de Portugal que a mediados del siglo XV redescubrió aquellas aguas curativas observando a los agricultores que se bañaban. De aquella afortunada proximidad se aprovecharon también los árabes, grandes aficionados a los baños públicos, que en el castillo de Óbidos hicieron una de las principales fortalezas de la Extremadura portuguesa. Derrotados también estos últimos por el avance de la reconquista cristiana, el castillo se convirtió en una residencia feudal hasta que después, en el siglo XVIII, lentamente fue cayendo en ruinas, dando al pequeño país, cuyo aspecto medieval prácticamente intacto fascinaba a los viajeros del siglo XIX que buscaban los sabores locales, el necesario toque de romanticismo.
Arquitectónicamente Óbidos se encuentra entre los más celebres castillos manuelinos de Portugal. La planta tiene la forma de un cuadrilátero de cerca de treinta metros de lado, con muros almenados (incluso puntiagudos) separados por bellas torres cilíndricas y sobre todo por potentes torreones cuadrados por el noreste y sureste. En el centro de la fortaleza se levanta un castillo que, posteriormente abandonado, cayó en ruinas. El complejo y el poblado correspondiente fueron rodeados por una imponente muralla de origen árabe, que fue repetidamente modificada por los reyes portugueses después de la reconquista. De hecho esta fortaleza fue muy querida por los reyes de Portugal, que la enriquecieron y embellecieron. Muchos portalones y ventanales pintorescos todavía se conservan. En el lado occidental fue levantada otra torre de vigilancia, mientras más lejos se encontraba también unida la llamada Torre do Facho. El esquema geométrico siguió plenamente el estilo clásico de la arquitectura militar lusitana. Entre tanta belleza, una nota, sin embargo, desentonaba: Pedro López de Ayala (1313-1403) escribió en prisión su amarga visión de la sociedad y de la vida “el Rimado”
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