La visita del archiduque Francisco Fernando a Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, fue una descortés reinvindicación de la autoridad imperial sobre una provincia recién anexionada. Incluso la fecha constituía una provocación: el 28 de junio era un día sagrado para los nacionalistas serbios, pues era el aniversario de la batalla de Kosovo, en la que serbia fue derrotada por los turcos y perdió su independencia.
Los separatistas serbios bosnios -armados, entrenados y organizados por oscuros grupos nacionalistas y por oficiales de la inteligencia militar en Serbia- habían emprendido ataques contra las autoridades austro-húngaras en Bosnia-Herzegovina. El gobierno austriaco había sido advertido de un plan para intentar asesinar al archiduque, pero la visita se llevó a cabo de todos modos. Cancelarla, o incluso montar una operación de seguridad, equivaldría admitir que los Habsburgo no controlaban plenamente una de las provincias de su imperio. El itinerario y el programa del archiduque se publicaron antes de la visita.
VISITA IMPERIAL
Francisco Fernando llegó a Sarajevo a las 9:50 a.m. Estaba encantado de que lo acompañase su mujer, casi siempre excluida de las ceremonias públicas según las cláusulas de su matrimonio. Primero, pasó revista a las tropas en la plaza Filipovic y luego se dirigió al Ayuntamiento en una caravana de coches. Esperando a la multitud a lo largo del recorrido había 7 conspiradores preparados para el asesinato. Seis eran serbios-bosnios y uno musulmán bosnio, elegido para dar a la operación carácter multicultural. Entre todos tenías seis bombas y 4 pistolas militares serbias.
EL ASESINATO
Mientras la caravana de automóviles recorría el paseo del río Miljacka, uno de los conspiradores, Nedjelko Cabrinovic, lanzó una bomba que rebotó en la parte trasera del coche del archiduque y explotó, hiriendo a varios espectadores y a un policía. Cabrinovic se tragó una pastilla de cianuro y saltó a las aguas poco profundas del río, donde fue arrestado, pues la dosis de cianuro no fue letal. Enojado y horrorizado por el incidente, Francisco Fernando continuó la marcha hacia el Ayuntamiento. Los conspiradores se dispersaron entre la multitud tras el aparente fracaso de su intento de magnicidio.
Gavrilo Princip, de 19 años, entró en una tienda para comprar un bocadillo. Al salir, se topó con el automóvil del archiduque parado. Francisco Fernando había decido acudir al hospital a visitar al policçia herido, pero su chófer había tomado una calle equivocada y estaba intentando dar marcha atrás. Provechando la oportunidad, Princip sacó una pistola y disparó dos veces, alcanzando al archiduque en el cuello y a su mujer en el abdomen. La pareja murió en cuestión de minutos, aún dentro del coche. Princip intentó suicidarse, pero fue reducido por los testidos presentes y posteriormente arrestado.
El asesinato se llevó a cabo con una pistola semiautomática FN Modelo 1910, belga, suministrada por el ejército serbio. |
REACCIÓN AUSTRO-HÚNGARA
La noticia de la muerte de la pareja fue un duro golpe para los Habsburgo. No hubo funeral de Estado. Francisco Fernando y Sofía fueron enterrados lado a lado en una cripta privada en el castillo de Artstetten, situado en el Valle del Danubio. Al emperador Francisco José se le prometió en privado que nunca lo sucedería un sobrino en el que no confiaba y por el que no sentía simpatía alguna. "Un poder superior", dijo el emperador, "ha restaurado el orden que por desgracia no pude mantener". Pero la afrenta hecha al Estado austro-húngaro había sido muy grave.
Aunque faltaban pruebas evidentes de que el gobierno serbio hubiera estado implicado directamente, todo apuntaba a que la operación habías sido planeada y organizada en Serbia. Con aquello bastaba. Una banda de asesinos, apoyados por Serbia, había matado al heredero del trono. El honor, el prestigoo y la credibilidad de Austria-Hungría exigían que Serbia pagase por ello.
EL CAMINO HACIA LA GUERRA
Los círculos dirigentes austro-húngaros estaban dirigidos entre gavilanes y palomas. El conde Franz Conrad von Hötzendorf, jefe del Estado Mayor, llevaba muchos años deseando entablar una guerra con Serbia. Von Hötzendorf consideraba los asesinatos un pretexto ideal para la intervención militar. Otras figuras importantes como el conde Tisza, primer ministro de Hungría, eran más prudentes y preferían una solución diplomática. Durante la primera semana de julio, Austria-Hungría pidió la opinión de los alemanes, Wilhelm II estaba escandalizado por los asesinatos. Sus consejeros, entre los que se encontraba Hollweg, coincidían en animar a Austria-Hungría a tomar decisiones contra Serbia. El gonierno austro-húngaro contaba con el apoyo alemán.
Aquella vaga garantía de respaldo germano - con frecuencia denominada "el cheque en blanco"- dejó el control de Viena en las firmes garras de los gavilanes. A continuación, Austria-Hungría presentó una serie de exigencias deliberadamente inaceptables. la negativa de Serbia a cumplirlas sería un pretexto para la intervención militar austro-húngara. Nadie planeaba una guerra a gran escala. Lo que se pretendía era una rápida invasión punitiva, seguida de un severo tratado de paz para humillar y debilitar a Serbia. Aún así, las cosas no podían ir muy deprisa. Gran parte del ejército estaba de permiso, ayudando con la cocecha. Tras algunas vacilaciones, la comunicación de un ultimátum se fijó para el 23 d julio.
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