Con su compacta y esplendida estructura geométrica, el Castillo del Monte, levantado para vigilar gran parte de Puglia y Basilicata desde una de las mayores alturas de las Murge con su cálido color dorado, es el ejemplo más hermoso de la arquitectura militar del siglo XIII, una de las primeras y más puras construcciones góticas de la Italia meridional. Fue encargado por el emperador Federico II de Suevia hijo de un germano y una normanda de Sicilia, que fue llamado Stupor Mundi, "Maravilla del Mundo", por su vastísima cultura, el dominio de lenguas, entre ellas el árabe y, en definitiva, por su genialidad y su visión laica como un adelantado a su tiempo.
Para construir el castillo, levantado entre 1240 y 1250 y según la tradición proyectada por el mismo soberano, Federico no se apoyaba sólo en razones militares, sino también en una voluntad lúdica: gran amante de la caza de halcón, sobre la que escribió también un amplio tratado en latín, lo quiso edificar en ese punto porque allí pasaban las aves durante su migración anual. Sin embargo más allá de las posibles venatorias, en el bello castillo se realizaban grandes fiestas como aquella realizada en 1249, de la que se conserva documentación, para las bodas de Violanta, hija natural del emperador. Sin embargo el destino quiso que una vez caída la dinastía sueva, el edificio fuera utilizado para encarcelar a los nietos de Federico, hijos de su hijo Manfredo muerto en la batalla de Benavento. Los siglos posteriores vieron alternarse ceremonias nupciales entre los miembros de la familia real napolitana y encarcelaciones de enemigos de la corona. Posteriormente abandonado y olvidado, el castillo sirvió de refugio para los prófugos de las ciudades afectadas por la epidemias del siglo XVII, y en el siguiente fueron robados los mármoles y las esculturas que lo embellecían.
En aquel edificio de piedra, ya vacío, se refugiaban no solo los pastores para evitar la intemperie, sino también los bandoleros para preparar sus fechorías, y para escapar y ocultarse de la justicia que los perseguía. Finalmente en 1876, fue rescatado por el Estado y poco después sometido a restauración.
Su planta octagonal con ocho torres también octagonales situadas en los ángulos, ocho salas en cada uno de los dos pisos y el patio central también octagonal ha sido la base de centenares, sino miles, de estudios sobre el simbolismo astrológico y astronómico. En la Edad Media magia y geometría se complementaban, y por ello, se buscaban los auspicios celestes antes de poner los cimientos de un edificio, por ello el octágono pugliese es una suma astronómica: un sutil juego de equilibrios y proporciones relacionado con precisos cálculos matemáticos y geométricos: por ejemplo la longitud de la relación que la sombra del borde interno que el techo proyecta en el patio había sido estudiada en relación a las estaciones y los signos zodiacales. No es un castillo muy grande: la diagonal mayor mide cincuenta y seis metros. La puerta del castillo, orientada hacia el este y realizada con mármoles muy vistosos, está formada por un arco gótico apuntando que es situado en todos los manuales de arquitectura. El espacio interior está dominado por columnas angulares adornado por capiteles corintios.
Las bóvedas de las torres presentan la llamada umbrela, una cobertura interna recorrida por nevaduras de seis gajos en forma de badalquino. Las ventanas en ajimez gótica formada por arcos tribulados son pequeñas comparadas con las dimensiones de las estancias interiores. Faltan algunos elementos defensivos: no tiene puente levadizo, ni muros exteriores, ni foso, ni almenas o barbacanas. Sin embargo, el edificio era muy moderno para su tiempo, tanto que tenía además lavabos y un complejo sistema de desagües. Antiguamente, las salas estaban recubiertas con mármoles preciosos y policromos, mosaicos y pinturas, de los que solo quedan algunos fragmentos en ventanas y puertas.
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