En 1856, Maximiliano de Habsburgo, hermano menor del emperador Francisco José, fue nombrado comandante en jefe de la marina austriaca, de manera que el nuevo almirante, un joven de veintidós años encantado con aquel cargo, se aprestaba a cumplirlo con absoluta diligencia, estableciéndose en Trieste. La gran ciudad portuaria del imperio le gustaba mucho y por ello a pocos kilómetros dio comienzo en 1856 la construcción del Castillo de Miramar, un castillo blanco junto a la orilla del Adriático, proyectado por el arquitecto Carlos Junker con un estilo pseudomedieval; un estilo que entonces era llamado normando. Aquí Maximiliano vivio preferentemente con su esposa Carlota, hija del rey Leopoldo de Bélgica, incluso cuando fue nombrado virrey de Lombardía-Veneto; y aquí, en 1864 recibió la delegación de notables mexicanos que le ofrecieron la corona imperial de aquel país, situado al otro lado del océano y destruido por la guerra civil. En esa misma sala había abrazado por última vez a su hermano Francisco José, después de haber firmado la renuncia a los derechos de sucesión que tenía sobre el imperio de los Habsburgo.
Desde Miramar, sobre cuyas torres todavía incompletas ondeaban la bandera mexicana, la pareja se embarcó pocos días después, despedida por una imponente muchedumbre de triestinos, hacia una aventura imperial que encontraría su fin en 1867, con el fusilamiento de Maximiliano capturado por los revolucionarios mexicanos y la extravagancia de Carlota que volvió a Europa en busca de ayuda militar que ningún país quiso o pudo darle; el emperador Napoleón III quien había animado a perseguir aquel milagro prometiéndole su apoyo, ya había retirado las tropas francesas. Ya al borde de la locura Carlota decidió retirarse a Miramar, dónde las cada vez peores noticias procedentes de México, le hicieron perder la razón. Se le ocultó la muerte de su marido y algunos meses después fue trasladada a Bélgica, dónde su padre le asigno como residencia el castillo de Leaken. Aquí vivió todavía medio siglo, hasta cumplir ochenta años. Cada primavera hacía preparar una barca en el foso, y subía a ella diciendo "Marchemos a México". Miramar rodeado por una áurea de luctuosa desgracia, permaneció desierto. Después de la Gran Guerra, caído el imperio de los Habsburgo, pasó a ser la residencia del duque Aosta.
El material utilizado para la construcción fue piedra blanca de Istra (de la cantera de Orsera) que había sido utilizada en Venecia durante un milenio. Esta formada por una planta baja, primer piso y una planta superior con torre almenada orientada hacia el mar. Fue situado en medio de la naturaleza entre mar y vegetación según los deseos del propietario. A su alrededor se extiende un parque de 22 hectáreas. La decoración interna fue proyectada por Franz y Julius Hofman, escultores de madera y doradores de Trieste, que siguiendo las indicaciones de Maximiliano realizaron techos y revestimientos de madera de roble en estilo antiguo inglés, reproduciendo, además, la popa del barco Novara. Las veintitantas salas mantienen los ornamentos originales (entre ellos, pintura de Caffi, Gurlitt y Dell´Acqua), especialmente en la sala de las Audiencias, en la rica biblioteca y en la capilla cubierta de cedro de Líbano que parece que fue donada a Maximiliano por la comunidad griega de Trieste, hoy se ha convertido en un museo histórico.
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