Provienen de las mitologías escandinavas; los elfos son los seres que nacieron después de que los dioses Odín, Vili y Ve crearan al mundo de los restos del gigante Ymir. Sobre su apariencia habrá que consultar la Edda Prosaica, una de las pocas compilaciones de mitos que se han conservado hasta nuestros días. En sus páginas, el islandés Snorri Sturluson refiere que existen dos tipos de elfos, los de luz y los oscuros. Los primeros eran seres de belleza superior a la humana, de clara compasión y bondad. Sus dominios abarcaban la tierra llamada Alfheim, situado en el cielo, arriba de las ramas de Yggdrasil. Los segundos son los elfos de piel oscura que habitaban dentro de las montañas y no podían salir a la luz del día.
El papel de los elfos en la mitología nórdica es menor y poco frecuente. Sin embargo, a diferencia de otros seres, como los enanos y los gigantes, los elfos eran considerados como divinidades menores y recibían un culto llamado Alfablot, del que poco sabemos porque era realizado a puerta cerrada. También se creía en tierras nórdicas que algunos hombres de alta cuna, al morir se convertían en elfos, asimismo, se dice que el hijo producto de un elfo y un humano, era superior en belleza y habilidad a sus semejantes.
Con la llegada del cristianismo su culto y popularidad degeneró, y se les asoció con una especie de demonios. Hacia el siglo XVI, los elfos fueron considerados seres invisibles que provocaban pesadillas. En la actualidad, escritores como J.R.R. Tolkien devolvieron el carácter original de estos míticos seres.
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