La Guerra civil de Zyôkyô (1221) mostró que la autoridad imperial ya no era absoluto, pues hasta la ex emperadores fueron desterrados por los guerreros. Dos anécdotas muestran el cambio de postura del gobierno de Kamakura ante la autoridad del emperador. La primera cuenta que, al saber que los ex emperadores había intentado atacar al gobierno de Kamakura, Hôzyô Yoshitoki, el líder del gobierno, mandó mandó al contraataque a su hijo, el capitán general Yasutoki. Éste marchó a la capital con la tropa, pero al día siguiente regresó sólo para preguntar al jefe:
-¿Y si el emperador en persona nos ataca, qué haremos?
-Buena pregunta- contestó-.
Entonces no hay otro remedio que rendirnos, cortar la cuerda del arco y quitarnos la armadura.
La segunda anécdota, difundida 20 años después de la guerra, relata que, cuando el emperador adolescente murió de manera repentina, la corte eligió al sucesor y notificó al gobierno de Kamakura. Pero Yasutoki, que había sucedido a su padre, se opuso, y en seguida envió un mensajero, quién antes de partir le preguntó:
-¿Y qué haremos si ya ha subido al trono?
-En ese caso no hay problema, lo quitaremos cordialmente.
Tal vez estas anécdotas sean ficticias, pero expresan el cambio de actitud: el gobierno de Kamakura sometió claramente al gobierno imperial.
La familia Hôzyô como líder del gobierno castrense
Tres años después de la guerra civil de Zyôkyô murió Hôzyô Yoshitoki, quién consolidara el gobierno castrense de Kamakura junto con su hermana, la viuda de Yorimoto. Hôzyô Yoshitoki, el hijo mayor de Yoshitoki, le heredó el puesto de la regencia y, asistiendo al niño shôgun, instituyó un gobierno colegiado de 13 guerreros mayores. También promulgó 51 leyes basadas en el sentido común y redactadas de manera que se comprendían con facilidad. Estas leyes fueron un ejemplo de regulación y permitieron a Yosutoki y a sus colegas impartir justicia de la mejor manera posible. Por otra parte, el gobierno no interfiriera en los asuntos familiares de sus súbditos, orgullosos guerreros que no querían intervenciones personales.
A la muerte de Yosutoki, a los 60 años, hubo cierto alboroto en el gobierno en torno al poder, pero finalmente, Tokiyori, nieto de Yasutoki, heredó el cargo y lo ejerció con sagacidad a pesar de su juventud. Tokiyori completó el sistema de gobierno mediante reformas. Tenía la intención de regir al pueblo con justicia, sin dejar de lado el fortalecimiento de la familia Hôzyô en el poder. Para ello se deshizo mañosamente de las otras familias influyentes en el gobierno y las sustituyó por miembros de su propia familia. Así, Yasutoki y Toriyoki consolidaron el gobierno de Kamakura, dirigido por la familia de Hôzyô.
En 1256, Toriyoki se retiró de la regencia, pero no abandonó el gobierno, pues invitaba a los magnates de su casa. Esta situación fue parecida a la del gobierno imperial dirigido por un ex emperador, y fue lo que provocó la fractura del sistema de conferencia democrática y fortaleció la dictadura de la familia Hôzyô.
Propagación del Zen
Como Toriyoki tenía devoción del zen, una secta budista, construyó en Kamakura un gran templo llamado Kenchôji y nombró sacerdote supremo a un exiliado chino muy reverenciado. Gracias al poderío de Tokiyori, el zen se propagó entre los guerreros y los ciudadanos.
Desde que Hônen difundió el rezo de "Salve, oh Buda Amida", el culto a Amida-nyorai ganó gran popularidad, pero se generalizó especialmente con su destacado sucesor, Shinran. Por otra parte apareció un nuevo culto por Nichiren, aunque en general no fue reconocido entonces. Así, dentro del budismo competían muchas sectas.
El zen fue fundado por un monje indio llamado Dharma, que emigró a China en el siglo VI. Posteriormente en el siglo XII, la doctrina se popularizó poco a poco en Japón. Existe una leyenda del zen: la gente siempre rodeaba a Shaka (fundador del budismo) en espera de escuchar su sermón, pero el día que decidió darlo no dijo nada, sino que recogió una flor y la tocó varias veces. Ninguno de los asistentes le entendió, excepto uno de sus discípulos, a quien Shaka le otorgó el derecho de difundir su pensamiento.
Se dice que esta es la esencia del budismo zen: una manera de difundir la verdad absoluta sin palabras, a través de la intuición o la suposición. el zen no aprecia los libros, pues solo los considera como un dedo que señala las cosas: cuando alguien no sabe que es la Luna, el dedo se lo explica, pero una vez que la conozcan ya no necesitaran al dedo. Así, los libros no siempre son necesarios para conocer la verdad, al contrario, es mejor obtenerlas sin libros o imágenes de Buda, sino mediante la intuición y la meditación ya que las palabras y las letras conllevan prejuicios que a veces impiden descubrir la verdad. He aquí una interesante anécdota: un día un viajero vio que que un monje estaba incendiando la estatua de Buda para calentarse. El viajero sorprendido le reprochó:
-¿Por qué haces eso?
-Intentaba sacar los huesos sagrados.
Asombrado el viajero dijo:
-Eso es claramente imposible.
-Entonces -dijo el monje riendo- esta estatua no es sagrada, sino de madera que se puede quemar.
Lo anterior no significa que el zen tenga como fin la destrucción de las imágenes de Buda: más bien se plantea que para conocer la verdad absoluta, no es importante adorar una imagen. Asimismo, el pensamiento del zen se relaciona estrechamente con el del arte abstracto.
Agresión mongólica
A principios XIII, los mongoles, que llevaban una vida nómada en la parte septentrional del Asia, repentinamente comenzaron a invadir otras zonas dirigidas por Chinguis Khan, hasta llegar a construir un vasto país que abarcaba tanto Asia como Europa oriental.
En 1271, Khubilai Khan, nieto de Chinguis, fundó Guen (Yuan) en China central, destruyendo Kin (Chin), desde dónde intentaba dominar toda Asia. Años antes había enviado una embajada a Japón, en la que pedía se avasallara, pero fue rechazado decididamente por el pueblo.
En 1274, Khubilai ordenó en Kôrai de Corea, país ya sometido, construir 900 navíos y, meses después, reunió una tropa de 25 000 hombres en ese lugar. Mientras tanto, en Japón comenzaron a rezar pidiendo la protección de los dioses, pero no se tomaron suficientes medidas de defensa debido a los conflictos con el gobierno de Kamakura. En septiembre del mismo año los mongoles lanzaron su ataque contra Japón, empezando por dos islas situadas en el Estrecho de Corea llamado Tsushi-ma e Iki.
Las tropas enemigas desembarcaron atropelladamente en Kyûshû (Isla occidental de Japón). Ahí, los japoneses se defendieron con todas sus fuerzas, pero fueron vencidos, precisamente por la diferencia de tácticas de lucha: el ejército japonés acostumbraba el combate individual; cuando un guerrero a caballo se separaba de la tropa para combatir a su oponente, los soldados mongoles lo rodeaban y lo mataban de inmediato. Así, mucho guerreros valientes fueron sorprendidos y aniquilados.
Además, los mongoles tenían armas más avanzadas: como los guerreros japoneses aún no conocían la existencia de la pólvora, se aterrorizaron al ver una explosión de fuego en el aire. Los estallidos y el espantoso ruido de los tambores metálicos asustaron a los caballos, y los jinetes dejaron de combatir para sosegarlos. Así, los soldados mongoles, lograron la victoria y regresaron contentos a sus navíos. Pero esa noche sopló un fuerte viendo y hundió las naves invasoras.
Khubilai reconoció el fracaso de la conquista de Japón, pero de nuevo envió una embajada con el requerimiento de que se avasallaran, pensado que los japoneses tenían mucho miedo de la aplastante fuerza de la tropa mongólica. No fue así. El joven Hôzyô Tokimune, hijo de Tokiyori y nuevo líder del gobierno de Kamakura, ordenó matar a los embajadores.
En 1279, Khubilai, derrotó a las tropas de Nansô (Nan-sung), parte meridional de China y extendió en territorio de Guen a todo el continente asiático. Inmediatamente después ordenó construir los navíos suficientes para atacar Japón. También exigió la construcción de 900 naves y el reclutamiento de otros 40 000 soldados en Kôrai, aumentado la agonía del pueblo coreano. Por su parte, el joven líder del gobierno castrense japonés intentó preparar las tropas de contraataque y mandó a edificar barreras de piedra a lo largo de la playa de Hakata.
En junio de 1281 llegaron 150 000 invasores mongoles (a decir verdad eran más las tropas de los coreanos y de los recién sometidos de Nansô), pero una vez más un fuerte viento hundió los navíos. Desde tiempos antiguos, se considera este acontecimiento como una ayuda de los dioses (Kamikaze) y, sorprendentemente, muchos japoneses creyeron que nuevamente ocurriría durante la Segunda Guerra Mundial del siglo XX.
Al principio, los mongoles, a caballo y con armas ligeras, asaltaban pueblos pequeños y se apoderaban fácilmente de las tierras y riquezas, pero a medida que atacaba a los más civilizados (China o Corea), debido a la diferencia del terreno (campos cultivados) y a la resistencia tenaz de los moradores, se veían forzados a retrasar la conquista y, además, a entenderla de manera distinta. Se cuenta que Chinguis dijo, mirando un vasto prado: "Tendremos un buen pasto para ganadería si matamos a todos los habitantes". Pero 60 años más tarde Khubilai advirtió a sus tropas: "Obtener la tierra será inútil si matamos a los habitantes". Seguramente Khubilai no estaba muy deseoso de conquistar Japón después de haber sometido a Nansô, gran país de China meridional. Por otra parte, quizá el pueblo chino y el de corea no construyeron el navío como era debido para las tropas mongólicas pues al parecer los vientos no eran tan fuertes.
Zipango, un país de oro
Gracias al establecimiento de un vasto país que abarca el "camino de la seda" y a que los gobernantes mongoles recibían gustosamente a los traficantes , Marco Polo pudo viajar sin peligro hasta la capital de Guen en 1271.
Su relato sobre un país, Zipango, suscitó los sueños y la codicia de los europeos. Desde la antigüedad, los europeos creían que en el Lejano Oriente existía una isla en la que abundaba el oro. Como se sabe esta creencia propició la explotación de la ruta transoceánica e incluso el descubrimiento de América.
El rumor de que Zipango tenía oro en abundancia se basaba en que en Japón ese metal era barato: una moneda de oro equivalía a cinco de plata, mientras que en China valía 13. Así pues, los chinos lo importaban con mucho entusiasmo, mientras los japoneses los exportaban para cambiarlo por raros materiales para elaborar perfumes, animales extraños, tejidos lujosos, árboles especiales, libros impresos, cerámica, tintas, papeles, pinturas artísticas y monedas de cobre. En realidad en el extremo septentrional de Japón se explota el oro en abundancia.
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