Segovia es una de las más bellas ciudades de la vieja Castilla, situada sobre un enorme roquedal bañada por dos ríos, ya fue importante en época romana (presumía entonces de haber sido fundada por el mismo Hércules en persona), capital de un reino árabe y residencia de diferentes soberanos de Castilla. Fue uno de estos, Alfonso VI, quien hizo construir el Alcázar (del árabe al-kasr, derivado a su vez del latín castrum "ciudad fortificada") en el extremo occidental de la ciudad, levantado sobre la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, a finales del siglo XI. Antes de ceñirse la corona, Alfonso había sido alejado de Castilla por su hermano Sancho el Fuerte que se apoderó del reino; aquél para salvarse se refugió en territorio musulmán que dominaba todavía más de la mitad de la península ibérica. Mientras estuvo exiliado aprovechó la situación para estudiar la ubicación y la construcción de la fortaleza de Toledo y en alguna otra ciudad árabe, de manera que en cuento regresó a su país y reconquistó el trono dio la orden de levantar un gran castillo urbano en Segovia, entonces mucho más cerca de la frontera entre el islam y la cristiandad. El Alcázar fue posteriormente ampliado en el siglo XIII, completamente remodelado desde 1352 hasta 1358 y renovado parcialmente bajo los Reyes Católicos y también durante el reinado de Carlos V y Felipe II, que encargó la remodelación de la fachada meridional a su arquitecto favorito, Juan Herrera. Eran célebres sus estancias decoradas con mosaicos y frescos, y el gran salón del rey, con cincuenta y dos estatuas de madera pintada realizadas a tamaño natural, de los soberanos de los antiguos reinos españoles de Oviedo, León y Castilla, desde don Pelayo hasta Juana la Loca, fallecida en 1555. Todas estas bellezas fueron destruidas por un desastroso incendio que se produjo en 1862, cuando el edificio estaba ocupado por una escuela de artillería.
La planta de este castillo está delimitada por el perfil rocoso del espolón sobre el que fue construido. Todo el conjunto esta flanqueado por torrecillas circulares con puntiagudas techumbres cónicas, muy poco habituales en la arquitectura española. El acceso se realiza a través de la barbacana dominada por la gran torre de Juan II, desmochada por torretas semicirculares albarranas que recuerdan a Peñafiel, La Mota o Coca. Inmediatamente después se encuentra el patio de armas, o patio al que dan bellísimas salas (de la Piña, del Rey, de la Galea, del Trono), excelentes ejemplos de estilo gótico y mozárabe (todavía en los siglos XIV, XV y hasta XVI los cristianos buscaban maestros musulmanes cuando querían levantar bellos edificios), que se unen al cuerpo de la torre del homenaje. Fue prácticamente reconstruido después de un incendio ocurrido en 1862. En su interior se halla el Museo de las Armas.
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