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sábado, 9 de septiembre de 2017

ANIBAL LA PEOR PESADILLA DE ROMA: LAS PRIMERAS BATALLAS




BATALLA DEL RÍO TESINO 

Tras cruzar los Alpes, Aníbal y sus hombres llegaron a una zona (la actual Turín) donde habitaba una tribu céltica: los taurinos, quienes eran enemigos de los insubres. Con el objetivo de concertar una alianza con éstos, Aníbal combatió a los taurinos, tomó su fortaleza más importante y acto seguido los masacró. La brutalidad con que trató a los taurinos llegó a oídos de las demás tribus de la zona, y estos hicieron llegar a sus embajadores para pactar su amistad. 

Después, Aníbal se dirigió hacia el este, y fue en ese entonces cuando se enteró que Escipión le aguardaba al frente de un ejército. Mientras el líder cartaginés avanzaba, Escipión llegó al punto donde el río Tesino une sus aguas con el Po. Los romanos actuaron con su clásica agresividad, y atravesaron el río fabricando un puente de pontones. Dos días después, al percatarse que los cartagineses se acercaban, tomó a sus jinetes y a la infantería ligera de los velites y avanzó para reconocer el terreno. 

Aníbal hizo lo mismo, y ambas caballerías se divisaron. En lugar de retroceder para reunirse con el resto de su ejército, ambos generales decidieron atacar. Aníbal llevaba con él, seis mil jinetes, mientras que Escipión contaba con cuatro mil. Sobre los velites romanos no hay certeza sobre su número.

El combate fue duro y al principio muy igualado, y los jinetes de ambos bandos llegaron a desmontar para luchar a pie. En esta ocasión, la batalla la decidió la superioridad numérica de los cartagineses. Sus jinetes númidas pusieron en fuga a los velites, y después atacaron los flancos de la caballería de Escipión en una maniobra envolvente. El propio cónsul quedó malherido, y fue su hijo Publio (con tan solo 17 años) quien le salvó la vida.

La derrota en el río Tesino mermó el ánimo de Escipión quien se retrocedió hacia el este, hasta Placentia. Pero su ejército no cabía en la ciudad, de modo que se vio obligado a levantar un campamento en la orilla oeste del río Trebia. 

Poco tiempo después, Aníbal y sus hombres llegaron y montó una base a diez kilómetros de los romanos, les ofreció batalla pero estos no aceptaron. 

Mientras tanto, la noticia de la victoria de los cartagineses se propagó por la parte occidental del valle del Po, y muchas tribus acudieron y se unieron a su ejército. Incluso los galos que estaban bajo las órdenes de Escipión desertaron durante la noche. Su despedida fue sanguinaria: antes de partir decapitaron a los romanos que dormían en el campamento y se llevaron sus cabezas a manera de trofeo. 

Cuando los boyos enviaron embajadores a Aníbal, Escipión comprendió lo peligroso de su posición actual. Poco antes de que amaneciera, se retiró al otro lado del río Trebia. Por suerte para él, Sempronio llegó con las dos legiones que tenía bajo su mando. Con esto, los romanos obtuvieron una superioridad numérica. 

Días después, un grupo de saqueadores del ejército cartaginés se topó con un destacamento romano, y lo que comenzó como una escaramuza se convirtió en una batalla. Cada bando alimentó la gresca con más tropas, hasta que Aníbal comprendió que la situación le era desfavorable y ordenó la retirada. Esta batalla, aunque de escasa importancia, contó como victoria romana. El ánimo de Sempronio subió y aconsejó una batalla campal en contra de Cartago, Escipión trató de disuadirlo pero no logró nada. 

Para ese entonces, había llegado el solsticio de invierno. Los romanos contaban con casi cuarenta mil soldados de infantería y más de cuatro mil de caballería. Aníbal, contando con los refuerzos galos, tenía a veinte mil infantes y diez mil jinetes y más de treinta elefantes. 

BATALLA DEL RÍO TREBIA 

La batalla se libró en la orilla occidental del río Trebia, en un terreno plano que eligió Aníbal, y al que atrajo a Sempronio gracias a una incursión de sus jinetes númidas. Los legionarios siguieron el señuelo, cruzaron casi al amanecer las aguas. Cuando se vieron del otro lado, los romanos estaban empapados y tiritando de frío. Frente a ellos se encontraban los cartagineses, desplegados, descansados y secos. 

La proverbial agresividad romana, su orgullo, no les permitió retroceder y marcharon en contra del centro del ejército de Aníbal, formado por infantería gala a la que flanqueaban iberos y libios. Los galos, menos disciplinados, acabaron cediendo en ese punto, y tras un duro combate, los legionarios lograron romper su formación. 

Sempronio debió pensar entonces que estaba ganando la batalla. Pero cuando se dio media vuelta para estudiar la situación, dio cuenta de que las tropas aliadas y su caballería estaba perdiendo el encuentro. Además, durante la noche Aníbal había emboscado a dos mil hombres enviados por su hermano Magón, ocultándolos entre las escarpadas orillas de un torrente de montaña. Cuando llegó el momento propicio, atacaron la retaguardia romana, y los veteranos se vieron obligados a entrar en combate. 



Hostigado de esta manera, Sempronio decidió que no podía prestar ayuda a las unidades aliadas que se ubicaban en los flancos. Con diez mil hombres, logró retirarse del campo de batalla y se dirigieron a Placentia. Mientras tanto, el resto de las fuerzas fueron masacradas cuando intentaron cruzar el río. Los romanos perdieron cerca de veinte mil hombres, mientras que las bajas del ejército de Aníbal fueron muy inferiores y fueron sobre todo galos. Después de la batalla, prácticamente la totalidad del Valle del Po estaba en manos de Aníbal. 







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