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lunes, 4 de septiembre de 2017

ANÍBAL BARCA: LA PEOR PESADILLA DE ROMA (PARTE 1)



Aníbal Barca (247 a.C.), hijo del general Amílcar y de una mujer ibérica (de quien la historia no ha guardado su nombre), nació en un ambiente helenístico propio de su época. Habló el griego, y la mayor parte de su infancia la pasó en Hispania. 

Es de entender el rencor que Aníbal profesaba a Roma. Cuando su patria firmó la rendición ante sus enemigos, él ya había nacido, y durante sus primeros años tuvo que escuchar cómo los romanos, en contra de toda ética, habían arrebatado Córcega y Cerdeña a los cartagineses y unilateralmente, habían decidido subir la indemnización de guerra. Cuenta la tradición que incluso juró ante el altar del dios Baal, "juró que mientras viva, seré enemigo de Roma". 

Origen de la Segunda Guerra Púnica 

Según el historiador griego, Polibio, existieron tres razones para el estallido del conflicto: 

  • El resentimiento de Amílcar, que sin haber sufrido ninguna derrota en el campo de batalla se había visto atado de pies y manos y obligado a rendirse;
  • La irritación de los cartagineses por las condiciones que se habían visto obligados a aceptar y;
  • El éxito de las campañas púnicas en Hispania 

Cuando Aníbal se convirtió en jefe de las fuerzas cartaginesas, contaba con veintiséis años, joven, pero sin duda, un hombre experimentado. Los planes de Aníbal eran muy claros. Durante su primer año de mandato realizó una campaña por el centro y el noroeste de Hispania. Llegó hasta el río Duero y la actual Salamanca. La mayor batalla que libró en aquellas tierras fue cerca de Toledo, en ella permitió que el ejercito enemigo cruzara el Tajo para lanzar sobre ellos una carga de caballería y elefantes, seguida por una ofensiva de la infantería. Impresionados y también atemorizados, varias tribus le enviaron propuestas de paz y sumisión. 


Gracias a aquella victoria, los dominios de Aníbal se extendieron a las cercanías del río Ebro, el límite del que no debía pasar según el tratado firmado con Roma. Pero ahí en esas tierras, se encontraba una ciudad que no sólo era independiente, sino que desde hacía pocos años tenía una entente con el pueblo romano, esa ciudad era Sagunto. 

Sagunto estaba habitada por edetanos, una tribu ibérica. Hacia el año 220 mantuvo una disputa con otro pueblo vecino que saqueaba su territorio. Aquel pueblo era un aliado de Cartago y pidió a Aníbal que mediara en la disputa. Sagunto, por su parte pidió ayuda a Roma. Los romanos enviaron una embajada a Aníbal y le advirtieron que no se atreviera a cruzar el río Ebro y que no molestara a sus aliados. 

Aníbal decidió tomar la ciudad, y no fue nada fácil. Gracias a las sólidas murallas que protegían Sagunto, la ciudad resistió desde mayo de 219 hasta diciembre o enero del año siguiente. Pero al final cayó sin que se apareciera ninguna fuerza militar romana. Roma en se año estaba enfrascada en la Segunda Guerra Ilírica, sin embargo, Roma tenía con qué poder enviar hombres a los dos frentes. Y es aquí donde comienzan las especulaciones sobre la causa del nulo apoyo a su aliada Sagunto. Algunos creen que la alianza era muy reciente como para que los romanos arriesgaran a sus hombres en una batalla, y otros son partidarios de que los romanos deseaban que Aníbal tomara Sagunto para tener un casus belli en contra de Cartago. 

Sea cual fuere la razón, en el año 218 las noticias de la caída de Sagunto llegaron a oídos de Roma. Pocas semanas después, los dos nuevos cónsules tomaron sus cargos, y decidieron enviar una nueva embajada directamente hacia Cartago. En esa embajada viajaban los cónsules salientes, Emilio Paulo y Livio Salínator, más Quinto Fabio Máximo, pero la figura que más pesaba era Fabio Buteón, el mayor de los cuatro que viajaron hacia Cartago. 

Se cuenta que los romanos no se sintieron atemorizados aún estando en Cartago, y demostrando su arrogancia, Fabio Buteón dobló su toga y como si estuviera escondiendo algo entre ella le dijo a los cartagineses "Aquí os traigo la guerra y la paz. Elegid lo que queráis". Obviamente los ánimos se exaltaron, y los cartagineses enfurecidos, le dejaron la decisión a Buteón, quien abriendo una de sus manos dijo: "Entonces os ofrezco la guerra". 

Mientras todo esto ocurría en Cartago, Aníbal ya había empezado a hacer preparativos para la guerra que sabía que se avecinaba. Tras repartir el botín de Sagunto entre sus hombres, les dio un descanso durante el invierno. Nombró a su hermano Asdrúbal lugarteniente y le encargo mandar las tropas de Hispania por si salía de la península. Pero la maniobra más importante fue mandar agentes a los Alpes occidentales y al valle del Po para sondear a los galos. Prueba de que ya tenía planeada la invasión de Italia...

Fuente: Roma Victoriosa. Javier Negrete. 











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