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domingo, 20 de agosto de 2017

ZAMA: LA ÚLTIMA BATALLA DE ANIBAL BARCA



Lejano estaba aquel momento en el cual Aníbal Barca había atravesado los Alpes, para pisar así suelo itálico y enfrentar a las poderosas legiones romanas; les derrotó y por algún momento se creyó que tomaría Roma, sin embargo, no fue así. Los romanos se repusieron y lograron contener la ofensiva. Mientras Aníbal y sus hombres permanecían en el sur de Italia, Publio Cornelio Escipión comandaba la resistencia romana, y conseguía reconquistar toda Hispania. Escipión creyó que era el momento justo para asestar el último golpe, y convenció al Senado de invadir el norte de África, 

Al desembarcar en África, los romanos dieron cuenta de que su superioridad militar no era tan grande como lo habían pensado. Había que tener presente el papel de las tribus númidas, poblaciones bereberes que mantenían una relación ambivalente con el imperio cartaginés. Escipión logró el apoyo de un importante líder númida: Masinisa, pero el rival de éste, Sífax, tomó partido por Cartago. Por su parte, los cartagineses reaccionaron ante la invasión y forzaron a los romanos a levantar el cerco que habían puesto a Útica y a retirarse al campamento de invierno. Escipión y sus hombres no cesaron en su propósito y lanzaron una ofensiva en contra de los cartagineses y Sífax. Desde ese entonces Roma llevaría la iniciativa militar. 

Asdrúbal, hijo de Giscón, comandó a los cartagineses y reunió un nuevo ejército, que tenía como núcleo 4,000 mercenarios celtíberos y con contó con el auxilio de las fuerzas de su aliado Sífax. El encuentro se produjo a unos cien kilómetros al suroeste de Cartago, en un punto llamado "Grandes Llanuras". La infantería romana era inferior, pero gracias a los jinetes númidas que estaban de su lado, su caballería logró imponerse a la púnica. Acto seguido, Escipión tomó Túnez con el objetivo de aislar a Cartago e interceptar los suministros que llegaban a la ciudad por vía terrestre. 

Conmocionados por la derrota, los cartagineses deliberaron qué hacer ante la situación, pocos fueron los partidarios de negociar la paz con Roma, la mayoría de ellos estaba dispuesto a afrontar el inminente asedio que sufriría su ciudad. Sin embargo, la caída de su aliado Sífax menguó el ánimo de los cartagineses y enviaron una comitiva para negociar con los romanos. Roma planteó sus condiciones para llegar a una paz: 

  • Liberar a todos los prisioneros romanos 
  • Entregar toda su armada, excepto veinte naves
  • Renunciar a sus posesiones en Hispania y en las islas entre Italia y el norte de África 
  • Que Aníbal se retirase de Italia 
  • Hacerse cargo del avituallamiento del ejército romano y;
  • Pagar una indemnización de 5 mil talentos de plata. 
Mientras el tratado no era ratificado por el Senado, el ánimo de los cartagineses se iba caldeando, hasta llegar a su punto más álgido con la llegada de Aníbal y sus hombres. Un día mientras un convoy romano de abastecimiento sufrió por una avería, fue asaltado por los cartagineses. El armisticio se rompió. 




BATALLA 

Los dos ejércitos se encontraron en el valle del Bágrada, posiblemente no muy lejos de un lugar llamado Naraggara, aunque la batalla consiguiente pasaría a la historia bajo el nombre de Zama, una población que en realidad se encontraba alejada. En un postrer intento de evitar la contienda, los dos generales celebraron una entrevista. Aníbal procuro suavizar las condiciones del tratado de paz, apelando seguramente a su prestigio como comandante invicto hasta la fecha. Pero Escipión no se dejó encandilar y rechazó las proposiciones de Aníbal. El historiador Polibio presentó así la respuesta del romano: "Resulta claro y notorio que no fueron los romanos, sino los cartagineses los culpables de la guerra de Sicilia y de la Hispania. Y el que mejor lo sabe eres tú mismo, Aníbal [...] Poned vuestra patria y vuestras personas a nuestra disposición, o bien vencednos en batalla. 

Las fuerzas de ambos contrincantes estaban bastante niveladas, cada bando tenía aproximadamente 40 mil hombres, aunque los romanos superaban a los cartagineses en caballería. Aníbal, por su parte, contaba con una respetable cantidad de elefantes de guerra. Sin embargo, la entrada en acción de estos no surtió el efecto deseado, pues el ejército romano abrió sus filas, lo cual facilitó la dispersión de los animales. Los romanos lanzaron una tremenda embestida de su caballería, ante la cual los jinetes cartagineses emprendieron la huida. Al ver que los jinetes romanos se lanzaban en su persecución, Aníbal intentó aprovechar ese momento para ordenar un arrollador ataque de veteranos soldados. Sin embargo, todos los intentos de la infantería púnica de perforar las líneas romanas fracasaron. Nada pudo impedir que los jinetes romanos regresaran al campo de batalla, envolvieran a la infantería púnica y le dieran el golpe mortal. El último ejército del que disponía Cartago fue aniquilado. 

Después de la batalla, los romanos impusieron unas condiciones aun más dura para concretar la paz. Los cartagineses debían entregar la totalidad de su flota, excepto diez naves, y tendrían que integrarse en el seno de la confederación romana, esto quería decir que Cartago quedaría sometida a Roma en política exterior. La indemnización fue exhorbitante: diez mil talentos de plata. El espíritu de los cartagineses volvió a reavivarse, sin embargo, Aníbal convenció a su pueblo de aceptar la paz. Había nacido una nueva potencia: ROMA 

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