La mañana del 19 de diciembre de 1916, un cuerpo apareció entre los bloques de hielo del río Neva, en San Petersburgo. El hallazgo causó gran revuelo: una multitud de personas se acercó al lugar con vasos y jarras para recoger el agua sobre la que había flotado el cadáver del que consideraban un siervo del Anticristo. El cuerpo pertenecía a Rasputín, al que casi toda Rusia conocía y, sin duda, temía. En el seno de la familia real, la noticia cayó como balde de agua fría, especialmente para la esposa del zar, Alejandra Fiodorovna, que junto a su marido Nicolás II gobernaba Rusia desde hacía 22 años. No sólo había perdido al consejero en el que llevaba diez años confiando ciegamente para guiar su vida, la del Zar y la de toda Rusia, sino que su desaparición hacía resurgir en su memoria un vaticinio amenazador. Rasputín se lo había advertido: "Sólo mientras yo viva la dinastía pervivirá". El destino se encargó de la profecía. Dos meses después, Nicolás II perdía el poder al cabo de dos años moría también asesinado junto a toda su familia.
Grigori Yefimovich nació el 10 de enero de 1869 en la aldea de Pokrovskoie, situada a unos trescientos kilómetros al este de los montes Urales, creció en una familia de campesinos pobres. Durante su juventud llevó una vida parecida a la de sus paisanos de Siberia occidental: labraba tierra, vivía humildemente, visitaba asiduamente las tabernas y, con poco más de veinte años, se casaba con una mujer de un pueblo vecino. Praskovia Fiodorovna le daría cinco hijos, dos de los cuales, irían más tarde a vivir con él a San Petersburgo. Con el tiempo, su fama de bebedor y su tendencia a engañar a su esposa, cometer pequeños hurtos y discutir y pelear con sus vecinos le valieron los sobrenombres de grishka "loco", y de rasputa, o rasputnik, que en ruso significa inmoral, disoluto o depravado.
De ese primera época no se sabe mucho más, aunque sí destaca por insólita la anécdota sobre cómo aquel campesino violento decidió convertirse en un anacoreta ilumina de vida errante. Según parece, a los 18 años le propinaron una tremenda paliza por intentar robar unos caballos. Él lo soportó, y no sólo eso, según explicó, esa experiencia fue una revelación que le hizo descubrir que "el abuso es un gozo para el alma". Para la Comisión Extraordinaria que investigó los últimos años de los Romanov, ese fue el punto de inflexión que "cambió por completo su psique y le hizo volver la mirada a Cristo". A partir de ese momento, Rasputín se convirtió, al menos por un tiempo, en una persona nueva. Dejó de beber, de comer carne y dulces, y siguiendo la antigua tradición de los peregrinos que visitaban los lugares sagrados de Rusia, abandonó su pueblo para recorrer a pie miles de kilómetros. Guiado por su visión, llegaría incluso al monte Athos, en Grecia, de donde regresó envuelto en un aura de misterio y santidad. En aquella época, era habitual que muchos ascetas atravesaron las estepas de aldea en aldea. Algunos de ellos recibían el apelativo de starets, hombres de Dios que vivían en la pobreza y soledad y que ejercían de guías de otras almas.
Tras aquella época, Rasputín aseguró tener visiones y la capacidad de profetizar; comenzó a lograr su fama de sanador y santo. De ahí que cuando llegara a la capital en 1903, su nombre ya fuera conocido entre ciertos círculos eclesiásticos y de la alta sociedad interesados en el esoterismo. A principios del siglo xx el país estaba sumido en una crisis espiritual, lo que resultaba tremendamente propicio para personajes como Rasputín. Tras unas cuantas apariciones en sociedad, Rasputín consiguió deslumbrar a religiosos y aristócratas con acertadas predicciones que pusieron de relieve su gran clarividencia para detectar males y flaquezas.
El Palacio Real no era inmune a la sensación de crisis y catástrofe inminente que acogotaba a la sociedad rusa. Como su pueblo, también los zares se refugiaban en los milagros, las reliquias sagradas, las supersticiones y los iconos religiosos. Considerado débil de carácter, el zar Nicolás II vivía angustiado por haber nacido el mismo día que Job, ya que esto podía abocarlo al mismo destino mísero del personaje bíblico. Obsesionado con las historias de sangre y traiciones de sus antepasados, su gran temor era no poder celebrar los 300 años de la dinastía Romanov, en el trono desde 1613. La zarina Alejandra también compartía esa angustia y desazón, pero su actitud era más decidida, a diferencia de su esposo, ella estaba resuelta a implicarse con autoridad en el gobierno, ya que tenía el claro convencimiento de que con la ayuda de Dios podía plantar cara a los reveses del destino.
A partir de 1905, la sensación de crisis se hizo latente en Rusia, la derrota de Rusia ante Japón en ese año, provocó una revolución que llevaría al zar a ceder algunos de sus poderes para así establecer el primer parlamento, "La Duma". Puertas adentro las cosas no iban mejor. Alexis, el heredero, con poco más de un año de edad, padecía de hemofilia.
En estas circunstancias, la familia real había perdido la fe, y sólo se aferraban a alguna revelación y creían que llegaría de algún emisario proveniente del pueblo llano, por ello la llegada de Rasputín resultó más que oportuna. Primero se entrevistó con la zarina y poco después con Nicolás II. Rasputín logró impresionar a la familia real, y consiguió visitar a Alexis a quien, según se dice, logró sanar de su enfermedad. Algunos creen que lo que utilizó fue el hipnotismo, el cual pudo aliviarle temporalmente, sin embargo, sobre este hecho no hay certezas.
Convencida de que había llegado el "hombre de Dios" que esperaba, la zarina hizo de Rsputín, su protegido y él pudo aprovechar dicho favoritismo no sólo para infundirle valor y confianza, sino para convertirse en pocos años en un auténtico consejero de Estado. Tan confiado se sentía que, a partir de 1909, Rasputín empezó a abandonar su imagen ascética y piadosa. Cada vez más arrogante y e indecoroso, en 1910 fue acusado de haber violado a una niñera del heredero y, tras rumores de haber seducido no sólo a la zarina sino también a las duquesas, su papel en la corte empezó a ser cuestionado dentro y fuera del palacio y su figura saltó a la escena pública. La presa comenzó el ataque contra ese curioso personaje que, más allá de cuidar del heredero y de los zares, se atrevió a interferir en los asuntos de Estado.
En 1911, Rasputín ya había conseguido enfrentarse a todo el mundo. Sus influencias habían chocado con los intereses de la Iglesia, la burguesía, la aristocracia e incluso al Ejército, dada su ferviente oposición a que Rusia entrara en cualquier contienda militar, en contra de lo que pensaba la mayoría. Tildado de "semianalfabeto y depravado", se le acusaba de "haber derrotado a todos los partidos y haber obligado al zar a actuar dando la espalda a la opinión pública". Todos estaban en su contra. Mientras tanto la zarina hacía oídos sordos a todo lo que se hablaba de su protegido
El acoso a Rasputín se hizo insoportable, y comenzaron las amenazas de muerte. Una de ellas casi se consuma el 29 de junio de 1914, día en que fue apuñalado por una prostituta enviada por Iliodor, un monje antisemita. Aunque sobrevivió, Rasputín se debatió entre la vida y la muerte durante varios días. Poco después, Rusia entraba a la Primera Guerra Mundial, y Nicolás II partía hacia el cuartel general del Ejército. Aconsejada por Rasputín, y con su marido cada vez más apático y abatido en el frente, la zarina se fue haciendo gradualmente con el gobierno de la nación. Las acusaciones de nepotismo provenientes de la Duma no cesaban. Este clima llegaría a tal tensión que derivaría en la revolución del 17.
Muerte
Aunque Rasputín odiaba a la aristocracia, el 17 de diciembre de 1916, este aceptó una invitación al palacio del príncipe Yusupo, esposo de una sobrina del zar. Ahí intentaron envenenarle con pastelitos de cianuro, sin embargo, el veneno no le hizo efecto. Desesperados, decidieron pegarle un tiro mientras intentaba huir. Envolvieron su cuerpo con una sábana en plena madrugada tiraron el cuerpo de Rasputín a las aguas del río Neva. Parece que Rasputín fingió su muerte porque a pesar de haberle vendado las manos, al encontrar su cuerpo, los brazos se encontraban levantados.
Rasputín fue enterrado hacia el 21 de diciembre de 1916 en presencia de los zares y unos pocos testigos. Pero no descansó en paz por mucho tiempo. Los rumores sobre su gran fortuna propició que su tumba fuera profanada, sin embargo, al hurgar en su tumba sólo se encontró un pequeño ídolo de madera con las firmas de los zares y sus hijas al reverso. Para evitar más escándalos, el cuerpo fue trasladado e incinerado durante la noche. Tampoco ese momento defraudó a sus espectadores. Según se cuenta, al momento de incinerar el cuerpo de Rasputín, este parecía levitar sobre las llamas, para después desaparecer.
Fuente: Historia y Vida. Edición Especial #12.
Buen artículo.
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