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domingo, 30 de julio de 2017

Castillo de Hochosterwitz

La fortaleza de Hochosterwitz fue construida en Carintina sobre la cima de una colina rocosa que domina la llanura circundante al años 860, cuando Austria era una marca de frontera, un bastión del Sacro Imperio Romano próximo a las tierras panónicas abiertas a todas las invasiones y todos los invasores: avaros, eslavos, húngaros, etc. Sus propietarios, los Osterwitzer, guardianes responsables de aquellas fronteras amenazadas, recibieron en 1209 el titulo de Gran Copero Imperial. Defendieron aquellas tierras con gran brío hasta 1475, cuando nuevos conquistadores llegaron de Asia, los turcos, tomaron el castillo en una imprevista y devastadora incursión, capturaron al último Osterwitzer quién murió en prisión. 

Ante la falta de herederos el castillo de Hochosterwitz volvió a menos del emperador Federico III quipen mantuvo en este bastión una guarnición que rechazó valerosamente nuevos ataques turcos; un siglos después Fernando I lo puso en las hábiles manos de Cristóbal Khevenhüller, capitán provincial de Corintia; pero fue su hijo Jorge quién lo adquierió y lo puso al servicio de su familia, renovando las fortificaciones contra la cada vez más presente amenaza turca. Después de haberse apoderado de Hungría, el sultán parecía dispuesto a conquistar Austria. Gran señor, inteligente mecenas y hábil hombre con las armas, Jorge Khevenhüller dio a Hochosterwitz su aspecto actual transformándolo en una residencia principesca de estilo italiano. Quiso, además, mejorar su defensa obstruyendo las impracticables vías de acceso que serpenteando ascienden por la colina, situando catorce puertas fortificadas: un caso único en la historia de la construcción castrense y a la vez una pequeña obra maestra del manierismo arquitectónico. Cuando, después de quince años, en 1586 los trabajos fueron acabados el barón Jorge estaba tan satisfecho del resultado que hizo colocar una lápida de mármol en el patio del castillo, en lo que expresaba su deseo de que sus descendientes permanecieran siempre en posesión del edificio y atendiesen su mantenimiento con el mismo amor que él había puesto en su creación. Su voluntad fue atendida: los Khevenhüllerson todavía hoy los propietarios de Hochoterwitz, que durante todos los siglos ha estado habitado por la rama principal de la familia.

Las altas colinas sobre las que se levanta Zollfeld, el baluarte de la cristiandad tenía que ser defendida a cualquier precio. La planimetría es sencillla: un castillo-palacio rectangular situado en la cima de tres torres redondas en los ángulos. Para poder conquistarlo se necesita superar tres fosos y catorce puertas fortificadas: Fähnrichtor, Wächtertor, Nautor, Engelstor, Löwentor, Manntor, Khevenhüller, Landschafstor, Reisertor, Waffentor, Mauertor, Brückentor, Kulmentor y Kirchentor cada una de ellas más imponente que la anterior, verdaderos y auténticos arcos de triunfo en homenaje a la fama de inexpugnable de la fortaleza. Sus estancias cobijan hoy día colecciones de pintura, restos prehistóricos, armas y armaduras entre las cuales se encuentra una de casi dos metros de altura. Dice la leyenda que durante un asedio su propietario increpó a los turcos aterrorizándolos y poniéndolos en fuga simplemente afirmando que ellos eran el pueblo más pequeño entre sus amigos armados.

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