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domingo, 11 de junio de 2017

WILLIAM WALLACE, EL HÉROE DE ESCOCIA


Antes de entrar de lleno en la historia de William Wallace es importante referir algunos sucesos que tuvieron lugar tiempo atrás. Hacia el siglo XIII de nuestra era, específicamente entre los años 1249 y 1286, reinó en Escocia, Alejandro III, su gobierno se caracterizó por la estabilidad y la paz. A su muerte, sólo le sobrevivió su pequeña nieta Margarita de tan solo tres años de edad, quien se convirtió en reina automáticamente, sin embargo, la pequeña había nacido y vivía en Noruega, así que tuvo que emprender el viaje hacia Escocia. Lamentablemente Margarita no sobrevivió el trayecto debido a la fragilidad de su salud. Fue desde ese entonces que comenzaron las disputas por la corona escocesa. La situación fue aprovechada por el rey de Inglaterra, Eduardo I, quien aconsejó que se coronase a John Balliol, sin embargo, con el paso del tiempo se dio cuenta que aquel no sería el títere que esperaba y decidió invadir Escocia. Hizo que los líderes escoceses le juraran lealtad estampando su firma en un documento, pero en aquel papel faltaban dos nombres: Malcolm Wallace y su hijo menor William. 

William Wallace nació en Elderslie hacia el año 1274, fue el tercer hijo de Malcolm Wallace, terrateniente escocés. Se educó en la abadía de Dunipace donde aprendió francés, gaélico, inglés y latín. Durante la rebelión escocesa, el asesinato del Sheriff de Lanark, William Helserig, le valió ser considerado proscrito, pero lejos de esconderse, siguió hostigando a los ingleses. Su siguiente objetivo fue el juez de Scone. Poco después se le uniría a la rebelión, un noble de nombre Sir Andrew de Moray. 

El 11 de septiembre de 1297, Wallace y Moray encabezaron las fuerzas escocesas y lograron obtener la victoria en la llamada "Batalla del puente Stirling", un emplazamiento que aun hoy en día no se conoce con exactitud su localización, pero debió estar en el río Forth, cerca del centro de Escocia. Como botín principal capturaron al recaudador de impuestos, Hugh de Gressingham, un hombre al que mataron y le arrancaron la piel y la repartieron como símbolo de hostilidad y libertad ante los ingleses, con la piel restante, se dice que Wallace fabricó una funda para su espada. Wallace y Moray fueron nombrados "guardianes de Escocia" a falta de rey que gobernase en aquella nación, sin embargo, no todo fueron buenas noticias, Moray murió poco después de la batalla, quizá producto de las heridas sufridas en el combate. Wallace continuó asolando a los ingleses, hasta que Eduardo I, rey de los ingleses, tomó la determinación de invadir por segunda vez a los escoceses y fue así como llegó la sangrienta batalla de Falkirk que supuso una gran victoria para los arqueros ingleses. 

Poco se sabe de los años posteriores a estos acontecimientos, pero se cree que Wallace viajó a Francia y pidió ayuda a Felipe IV; algunos otros creen que pisó Roma para suplicar ayuda a Bonifacio VIII y otros más afirman que se le vio en Noruega, sin embargo, los esfuerzos fueron en vano, y a su regreso a Escocia fue traicionado y posteriormente capturado por los ingleses quienes le encadenaron y enviaron a Londres. Se le imputaron gran número de crímenes, desde asesinatos hasta alta traición a Eduardo I, a lo cual Wallace se defendió alegando que no pudo traicionar a alguien que nunca le juró lealtad, a pesar de los argumentos, William fue sentenciado a muerte. 

El asesinato de Wallace fue particularmente horrendo; se le arrastró por las calles y fue llevado a la horca, donde antes de morir le abrieron el estómago y le extrajeron los intestinos, acto seguido fue decapitado y su cabeza exhibida en el puente de Londres, como señal y advertencia de lo que le podría suceder a quien osara traicionar a la corona inglesa. Sus extremidades fueron enviadas y exhibidas en Newcastle, Stirling, Perth y Berwick. La leyenda había nacido...











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