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lunes, 12 de junio de 2017

FRIEDRICH NIETZSCHE, UNA PEQUEÑA BIOGRAFÍA


Nació en la villa germana de Röcken, hijo de un pastor protestante que murió cuando él era aún un niño, y estudió filología clásica en Bonn y Leipzig. Su enorme y original inteligencia le hizo destacar muy pronto, hasta tal punto que con tal solo veinticuatro años se le ofreció una cátedra de su especialidad en la universidad suiza de Basilea. Allí trabó amistad con el compositor Richar Wagner, al que en un principio admiró mucho y con quien luego tuvo una sonora ruptura. Por entonces publicó su primera obra, El origen de la tragedia, que le granjeó la animadversión de sus colegas filólogos más conservadores: la repercusión de ese libro y su mala salid, dio al traste con su carrera académica. Más adelante dijo que tuvo que elegir entre ser catedrático de filología o un dios, y eligió lo segundo...

Dejó la enseñanza y vivió sin lujos de su herencia paterna, vagabundeando por diversas localidades de los Alpes o del norte de Italia y publicando a sus expensas obras más que notables pero ignoradas por casi todo el mundo. Conoció a una joven de origen finlandés que era hermosa y sabia, Lou Andrea-Salomé, en la que creyó encontrar una compañera del alma, pero rechazó su oferta de matrimonio para casarse con uno de sus mejores amigos. Durante una estancia en Turín llegó al desplome definitivo: al ver que un cochero azotaba a un caballo sin fuerzas en una céntrica plaza, se abrazó al cuello del animal, para compartir su destino. Los últimos diez años de su vida la pasó en una demencia más o menos pacífica al cuidado de su hermana Elisabeth, quien se dedicó a editar sus libros con más instinto comercial que fidelidad a sus pensamientos. 

Ante todo, Nietzsche fue un seguidor de las doctrinas de Schopenhauer. Nietzsche al igual que su maestro, contempló al mundo como una realidad caótica y atroz, llena de dolor y carente de piedad, sin un sentido ni una finalidad armoniosa. 

Ante esta realidad dolorosa y feroz, Schopenhauer recomendó la gradual renuncia a la voluntad de vivir, de modo semejante a otras actitudes religiosas que aconsejan resignación y mansedumbre en el terrible trance de la vida. Nietzsche afirma que hay que aceptar la realidad tal y como es, absurda y trágica, con sus momentos de éxtasis gloriosos y sus terribles sufrimientos. Se trata de amar la vida, porque en eso consiste la salud ante los enfermos que no pueden soportarla. Pero el amor a la vida también se trata de amar sus aspectos negativo. Para ello hay que cambiar nuestros valores morales; basta ya de recomendar resignación, humildad, sacrificio, ternura y de ensalzar al débil como sí eso fuese bueno, los valores deseables son la fuerza, la audacia, la energía y el orgullo. 

Texto cortesía del filósofo español Javier Savater. 


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