En uno de los rincones más característicos y pintorescos de Nápoles, delante del Puerto de Santa Lucía, sobre un islote rocoso unido por un muelle a tierra firme, el poderoso Castillo del Ovo refleja en el Mar del Golfo sus sólidas paredes amarillentas. Aquí se levantaba un edificio que forma parte de la enorme villa del riquísimo patricio romano Lucullo; posteriormente, una vez caído el imperio, se asentó entre las ruinas, en el siglo V, un cenobio de monjes de San Basilio. Pero los normando disfrutaron de aquella posición para construir un castillo, ampliado y completado con muchas torres por el emperador Federico II, que hizo custodia aquí el tesoro del reino.
Después de su muyerte, Carlos Anjou, se apoderó de Milán e hizo prisionero al legítimo heredero Corrado de Suevia antes de hacerlo decapitar y durante dieciocho años también a la princesa Beatriz, hija de Manfredo, que fue después liberada en 1284, por una incursión del almirante siciliano que más tarde entraría al servicio de la Corona de Aragón, Roger de Lauria. Fue en el siglo XIV cuando comenzó a utilizarse el nombre de Castillo de Ovo, según dice la historia por tener la planta de forma ovoidal, aunque la leyenda nos explica que Virgilio, considerado en la Edad Media no sólo un gran poeta sino también un gran brujo, había colgado en una estancia del castillo una jaula de hierro que contenía una garrafa, dentro de la cual había un huevo encantado, que cuando se rompiera haría que la fortaleza entrara en crisis.
El desastre se produjo en tiempos de la reina Giovanna I, la cual hizo reconstruir el castillo poniendo otro huevo en el lugar del primero. La misma Giovanna fue posteriormente encerrada entre aquellos muros durante las guerras dinásticas que ensangrentaron su reino.
El castillo fue utilizado como residencia únicamente en tiempos de los primeros Anjou, pasando a desarrollar después una función exclusivamente militar como baluarte marítimo de la ciudad, y sufriendo en tales cometidos más de un asedio y algunos bombardeos. Fue conquistado por los aragoneses en 1420, por los franceses en 1495 y 1503 por los castellanos, que lo hicieron derruir parcialmente. En 1691, fue reconstruido y se le añadió un fortín circular protegido por el mar según una obra dirigida por el arquitecto Ferdinando de Grunenbgerg, que le dio su forma actual. Sufrió nuevos ataques en 1733, cuando Carlos de Borbón lo bombardeo antes de entrar victorioso en Nápoles, y en 1799, cuando allí se refugiaron los patriotas de la República Partenopea para huir a la furia de los sanfedistas (movimiento reaccionario dirigido por el cardenal Rufo contra la respublica napolitana); en el siglo XIX fue finalmente convertido en un cuartel.
La estructura del Castillo del Ovo es resultado de continuas destrucciones y reconstrucciones, adaptaciones y restauraciones.
Es de planta extremadamente alargada y protegida por el mar (vagas tradiciones sostienen que su nombre deriva de la forma elíptica del complejo), un arco une las dos partes del islote de Magaride, altas murallas se elevan por la parte que da a la tierra, uniendo zonas de origen medieval, torres del siglo XVI y XVII, galerías de los Anjou y los aragoneses y áreas del cuartel dispuestas a lo lardo de una especie de camino interno. En los últimos cuarenta años se han realizado en el castillo algunas obras de restauración que le han devuelto parte de su esplendor y han permitido recuperara espacios como la sala de las columnas o la iglesia de El Salvador. Actualmente el propiedad del Ministero dei Beni Culturali de Italia y sede de muestras y congresos.
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