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lunes, 29 de mayo de 2017

Meherangah de Jodpur (India)

De Rama, el héroe de la epopeya nacional Ramayana, y a través de él de Surya, el dios-sol, afirmaban descender los Rathor, poderoso clan que ya 1500 años antes reinaban en la India central.

La invasión musulmana los obligó a buscar refugio en los desiertos de Rajasthán, fundando el reino Marwar, que en 1459 tuvo una nueva capital en Jodpur. Fue el soberano de Jodha el que escogió el lugar en la orilla oriental de las áridas arenas del Thar, dominado por una colina rocosa desde la que la vista alcanzaba hasta un centenar de kilómetros de distancia.

Pero entre las rocas en las que Jodha quiso levantar la importante acrópolis de Meherangardh, el Fuerte Majestuoso, vivía un eremita al que el soberano tuvo que expulsar. El rencoroso santo varón lanzó sobre el monarca y sus descendientes una tremenda maldición: cada año la escasez sacudiría su reino, que ya llevaba un nombre de mal augurio, porque Marwar significa "país de la muerte".

Así sucedió, porque las súplicas de Jodha el terrible eremita sólo lograron atenuar pero no evitar la maldición, los periodos de escasez se redujeron cada tres o cuatro años. La construcción de Meherangardh fue realizada en diez años gracias al trabajo quinientos elefantes y diez mil esclavos, que tuvieron que levantar con cuerdas piedras tan pesadas que con frecuencia se quemaban las manos; pero tuvo además otra víctima: el mismo arquitecto que fue inmolado (de manera aceptada por él) a fin de que no pudiese levantar otra maravilla semejante. Al sacrificio asistieron el soberano, su mujer y los diecisiete hijos del arquitecto que fueron recompensados con vastísimas extensiones de tierra.

Con el paso de los siglos, la fortaleza vio como eran realizados muchos otros sacrificios, si bien menos legendarios: los suicidios rituales de las princesas que subieron a la pira fúnebre tras la muerte de su marido y rey.

Para dejar para la posteridad un recuerdo de aquel gesto pasando la séptima puerta del palacio imprimían en las paredes la huella de la mano derecha cubierta de tintura (hena). En 1843(cuando los ingleses se apoderaron de la India prohibieron tajantemente esa horrible costumbre practicada hasta 1829) aún fueron seis las viudas del difunto soberano Man Singh que murieron por su señor, algunas no tenían más de quince años. El último sati, sacrificio humano se produjo en Meherangardh en 1952, con el suicidio de la mujer del general Jahar Singh, el gobernador del palacio; la pira fúnebre estaba rodeada por una gran muchedumbre, prácticamente toda la población de la ciudad, que cantaba himnos vedas.

Todos sabían que iba a pasar, pero "la policía llegó un poco tarde", como después escribieron los periódicos. Esta era, en la tradición hindú la muerte más gloriosa para una rani: sati era el nombre de la consorte del dios Shiva, que a mayor gloria de su esposo se lanzó al fuego. Luego quedaría como modelo de la viuda fiel -sati-  que se incinera junto al cadáver de su esposo en el fuego.

Si los palacios moghul son un himno a la simetría, las estancias de los rajput son ciudadelas fortificadas y obras maestras a la ornamentación. A la fortaleza se llega a lo largo de una tortuosa calzada enlosada que araviesa siete puertas fortificadas, entre las que destacan por su belleza las de la Victoria, la del Triunfo, la del Hierro (al lado de estas se pueden ver todavía las huellas de las manos de las mujeres de los Maharajá que en 1843 se inmolaron en la pira de las viudas) y la del Sol.

El conjunto completo esta formado por suntuosos palacios, embellecidos por las jali (las ventanas caladas con ricos arabescos desde las que las mujeres podían ver la vida de la corte), y cuyas estancias custodian hoy en día preciosas colecciones de armas rajput, miniatura y puertas grabadas del Meherangarh museum. En el llamado Palacio de la Perla se halla la sala del trono, que tiene el techo decorado con cristal y oro, con una triple faja de hornacinas. Al norte de la fortaleza se encuentra el cenotafio del Maharajá Jsawan Sing II, muerto en 1895, y comparado con el Taj Mahal, aunque en lugar de la solemne sobriedad moghul domina la densa y compleja decoración rajput.


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