Buscar este blog

lunes, 29 de mayo de 2017

LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA


Durante la Baja Edad Media, Asia central seguía siendo un hervidero  de pueblos que emigraban constantemente, hostigando a todo pueblo que se le cruzaba. Los turcos eran uno de ellos. Tras convertirse al islam comenzaron a asolar Oriente Próximo, y algunas tribus se instalaron en las fronteras del Asia menor durante el siglo XIII de nuestra era, hostigando al Imperio Bizantino. Una de las tribus más importantes, era la tribu de los otomanos. A finales de siglo ascendió al poder Osmán I considerado fundador de la dinastía y unificador de las tribus turcas. Sus sucesores expandieron sus dominios hacia Europa y se asentaron en tierras tracias dominando el estrecho de los Dardanelos, con esto, aislaban por tierra a Constantinopla por vez primera en la historia. Desde ese momento, el Imperio Bizantino quedaba reducido a su capital y unos cuantos territorios en los Balcanes y en Grecia. 

Tiempo tenía ya desde que el Imperio de Bizancio estaba en decadencia, aunado a esto, los turcos eran realmente fuertes, lo que provocó que los primeros se declarasen vasallos de los segundos. A pesar de que los bizantinos intentaron comprar la paz, eso no impidió la expansión de los turcos a través de los Balcanes y Anatolia. Los problemas en esa región eran grandes, las etnias otrora dominadas por el Imperio Romano de Oriente estaban cansadas de las pesadas cargas fiscales a las que estaban sometidas, además existían complicados problemas religiosos que hacían preferir la fe islámica a la intransigencia cristiana. Esto significó una conversión masiva y dichos pueblos pasaron a formar parte del nuevo pueblo conquistador. De esta manera Constantinopla sin llegar aun a conflictos bélicos de importancia, se fue debilitando poco a poco. Los otomanos conquistaron Hungría, Bosnia, Bulgaria, Serbia, Valaquia y la ciudad de Atenas. Por su parte, Constantinopla aun inspiraba un gran respeto debido a sus, hasta ese momento, infranqueables murallas, símbolo del poder imperial y último bastión de la fe cristiana. 

A finales del siglo XIV estaba decidido el inicio del bloqueo de Constantinopla cuando los ataques de Tamerlán en Anatolia hicieron regresar a las fuerzas turcas. Ahí los jenízaros fueron derrotados por vez primera en su historia, y el sultán fue hecho prisionero por los mongoles y falleció poco después. Esto provocó una serie de guerras civiles protagonizadas por los aspirantes al poder, los conflictos permitieron a los pueblos sometidos recuperar provisionalmente su independencia. Al final, con la ayuda de los bizantinos, uno de los descendientes del sultán se hizo con el poder. 

El alivio duró muy poco tiempo. El siguiente sultán (Murat II) prosiguió la reconstrucción política hasta llevar de nuevo a los otomanos a innumerables conquistas en suelo europeo. A mediados del siglo XV, Mehmet II, heredó la Corona y decidió que Constantinopla debía ser tomada. El emperador bizantino en ese entonces era Constantino XI, pero su poder era simbólico. Con esfuerzos logró reunir una fuerza de aproximadamente cinco mil efectivos de los diez mil que estaban en edad para luchar. Occidente que estaba más ocupado por sus conflictos intestinos que por la situación de Bizancio, apenas apoyó al Imperio. Venecia, Génova y el papa le prestaron algún apoyo debido a los intereses que tenían en la subsistencia de Bizancio. Por otro lado, el Sultán preparó una fuerza militar de cien mil hombres, de los cuales quince mil eran selectos jenízaros. 

En 1452 desembarcó un nutrido grupo de combatientes y obreros en la orilla europea del Bósforo, justo al norte de Constantinopla, con el fin de levantar un castillo que aislase a la capital bizantina de la única comunicación que le quedaba: el mar Negro. 

La única esperanza de Constantinopla eran sus famosas murallas, que sumaban veinte kilómetros. La construcción databa del siglo V de nuestra era, y estaba compuesta por una serie de fosos y parapetos que la hacían difícilmente superable. 

Fue en la primavera cuando los turcos iniciaron su avance. Los pequeños avanzados bizantinos que se encontraban al exterior de las murallas fueron asaltados por sorpresa y sus defensores murieron empalados. El Sultán logró poner a su ejercito frente a las imponentes murallas, le dividió en cuatro cuerpos, y colocó a sus selectos jenízaros a las afueras de la puerta de San Romano. Viendo lo que se avecinaba, Constantino decidió trasladar al grueso de sus fuerzas a aquel punto. 

El doce de abril comenzó la tormenta de fuego. Los otomanos descargaron sus enormes cañones sobre las murallas; renegados húngaros y valacos, que odiaban más a los ortodoxos que a los musulmanes fueron los encargados de la fabricación de los cañones, tan pesados eran que fueron trasladados por un gran número de bestias de cargas, otros cañones fueron elaborados en el lugar. Las balas pesaban doscientos kilogramos, y aunque los cañones tardaban dos horas en cargarse, poco a poco fueron mermando la estructura de las murallas. El dieciocho de abril, Mehmet II ordenó el asalto pero una lluvia de flechas bizantinas les hizo retroceder. Tres días después unos barcos genoveses lograron librar el cerco turco, y llevar algunos refuerzos, esto hizo enfurecer a Mehmet que estuvo a punto de empalar a su almirante. 

Los turcos comprendieron que necesitaban dispersar a las fuerzas bizantinas, es por ello que atacaron también desde el mar. Las maniobras exitosas de los turcos provocaron el desaliento de los bizantinos, sin embargo, la decisión de Constantino de no dejar la ciudad para salvar su vida, hizo recobrar el aliento y ánimo a sus hombres. 

Finalmente, el 29 de mayo, Mehmet lanzó ataques simultáneos desde tierra y mar, superó a los defensores e inició el asalto a la ciudad. Desesperado y totalmente superado, Constantino XI decidió lazarse a morir defendiendo su Imperio. Montado en su caballo, y aun lado de Francisco de Toledo, se abalanzó sobre los otomanos y cayó muerto poco tiempo después. Su cadáver nunca fue encontrado, se perdió entre las miles de víctimas de la jornada. Mehmet, con tan solo veintiséis años, había tomado Constantinopla, y se paseó a lomos de un corcel blanco por toda la ciudad y se dirigió a Hagia Sofia, su catedral que fue convertida inmediatamente en mezquita. 








0 comentarios:

Publicar un comentario