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domingo, 27 de mayo de 2018

Kashindan: los ejércitos japoneses de la era Sengoku (1467-1600)

El emperador, sin recursos frente a estos poderosos señores, otorgó amplios poderes militares, policiales y fiscales al triunfador, designándolo sogûn. Es en este momento cuando aparecen  los célebres bushis o samurais. De hecho la palabra samurai significa literalmente "aquel que sirve" y no eran ni más ni menos que hombres hábiles en el uso de armas a los que los gokenin o grandes señores premiaban con tierras a cambio de la obligación de servirles como soldados en caso de guerra. Así, gracias a estos regalos, los samurais se convierten en pequeños terratenientes y, al estar en esas tierras sus principal fuentes de ingresos, pasaron a formar parte de la pequeña aristocracia local. Como a veces el gran señor le pedía que sirviera acompañado de un pequeño grupo de combatientes, para cumplir con su obligación el samurai a su vez otorgaba parte de sus tierras a otros seguidores para que le sirvieran a él. En un proceso muy similar al subenfeudamiento de Europa.

  • La caballería samurai
Aunque también existieron samurai que lucharon a pie, los grandes señores esperaban que combatieran como arqueros a caballo. De hecho, los samurai decían de si mismos que eran seguidores del "camino del arco y la flecha". Eran unos luchadores que combatían de forma individual, o como mucho en pequeños grupos de 40 o 50 efectivos, y se dedicaban a asaetear a sus oponentes. Por ello, en contra de la leyenda popular, los samurai al principio rehuían al choque, y sólo se acercaban a su enemigo cuando este había sido descabalgado, para matarlo con su espada, o cuando algún incauto se había quedado separado del grupo, momento en que lo acosaban hasta la muerte. Sus caballos eran fuertes pero pequeños, más parecidos a un pony que a un caballo de guerra europeo, con una alzada de apenas 1.30-1.40 metros, por lo tanto eran más apropiados para disparar sobre ellos que para cargar sobre un enemigo, a la europea. En la actualidad se han hecho pruebas con los caballos de este tipo llevando unos 90 kg de peso (repartidos entre el jinete, armadura y silla)y difícilmente podían superar los 9 km/h. Así, en batalla, los samurai solían desplazarse al trote, con momentos puntuales de medio golpe en los que el arquero lanzaban sus saetas, ya que este ritmo, a pesar de ser más rápido que el trote, era sin embargo menos brusco y permitía apuntar mejor. El galope pleno sólo se usaba en situaciones desesperadas, como para huir de un enemigo.

Estas afirmaciones se encuentran se encuentran corroboradas por los informes de batalla presentados por los samurais a los señores para recibir una recompensa. En ellos se suele recoger la actuación que tuvo el samurai y su grupo de seguidores, y las bajas y tipos de heridas recibidas. Así, los informes fechados en el siglo XIV nos encontramos con un 73% de las heridas sufridas por los jinetes eran debido a proyectiles, en un 25% causados por espadas, y solo un 2% por lanzas. Sin embargo, las heridas de fecha raramente eran mortales (poco más de un 20% de estos flechazos causaban la muerte a las monturas), mientras que las producidas por espadas producían la muerte en más de un 50% de los casos. Sin embargo, el rol del samurai como un escaramuzador arquero y oportunista empezó a cambiar, aunque nunca del todo, con la irrupción masiva de la infantería en la guerra de Onin en 1467.
  • La infanteria: los lanceros y arqueros Ashigaru
La Guerra Onin fue un conflicto entre dos grupos de varias familias de grandes señores para determinar quien sería el nuevo sogûn. El emperador se limitó a esperar a ver quién sería el vencedor mientras se dedicaba a la poesía ya construir su Paballón de Plata en un Kioto arrasado por la guerra. Como ninguno de los bandos en lucha quiso abandonar la capital imperial para no perder el apoyo del emperador, la guerra se libró durante 10 años en un entorno urbano, para lo que la caballería no estaba cualificada, ya que los edificios y las ruinas impedían el progreso de los jinetes y facilitaba que arqueros a pie se escondieran como francotiradores y acribillaran a sus enemigos. La ciudad se llenó de trincheras y de reductos y adoptó un aspecto muy parecido al del frente occidental de la Primera  Guerra Mundial. Para proteger estas defensas, los grandes señores empezaron a llamar no solo a los samurais, cuyo número era insuficiente, sino también a sus propios campesinos para llenar de soldados esos extensos atrincheramientos. Así hacía su aparición el infante o ashigaru.

Como los ahigaru al principio no tenían ningún tipo de entrenamiento en combate individual, apenas sabían manejar un arco y tenían la tendencia de agruparse para protegerse bajo un bosque de lanzas, arma más fácil de manejar, algunos comandantes más avispados empezaron a entrenarlos no como guerreros individuales, sino como luchadores colectivos, moviéndose dentro de una formación para atacar y protegerse mutuamente. Fue la aparición de estas tácticas para formación masiva la que revolucionó el arte de la guerra e, indirectamente, el rol del samurai. Aunque la infantería ya no existía con anterioridad, tenía un carácter minoritario en algunos ejércitos compuestos por algunos cientos de jinetes. Ahora los ejércitos empezaban a agrupar algunos millares de hombres, en su mayoría lanceros. El primer encuentro bien documentado entre los lanceros ashigaru y la elitista caballería samurai se produjo cerca del templo Shokokuji, en Kioto a finales de 1467. En él, en una artificial realizada para posibilitar el uso de la caballería en algunas partes de la ciudad, unos 600 jinetes rokkaku (10 veces más según las crónicas, pero su número puede calcularse a partir de las bajas) fueron barridos por una falange de 2,000 lanceros bajo Hatakeyama Masanaga, que ensartaron a 67 samurais enemigos en los encuentros.

En efecto, los informes de batalla encontrados entre 1467 y 1600 nos dice que las provocadas por lanzas pasaron a respetar el 80% de toda clase de heridas recibidas por los soldados, frente a un mero 2% del periodo anterior, por loq ue se intuye que el lancero pasó a ser el rey del campo de batalla. Era un soldado eficaz, barato y fácil de equipar, y cuando se comprendió la eficacia de las formaciones de piqueros masivas, sus lanzas pasaron de ser de 1.5 m de largo a 5.5. m, llegando las unidades de Oda Nobunaga a cotar con armas de hasta 8.2 m de largo. Con ello, los comandantes comenzaron a comprender el papel que desempeñaban las grandes formaciones de tropas, y en ocasiones empezaron a formar también a sus jinetes en escuadrones y a equiparles con lanzas, como lo demuestra el incremento de bajas en caballos producidas por espadas en esta época, que indica que el samurai empezaba a cargar contra formaciones enemigas en lugar de acosarlos a flechazos.
  • El arcabucero Ashigaru
El arcabuz hizo su aparición en Japón de 1543 a través de los portugueses, y pronto los japoneses crearon su propio taller para fabricarlos. La principal ventaja del arcabuz frente a los arcos era que resultaba más fácil entrenar a un buen tirador que a un buen arquero, ya que esto requería no solo pericia y puntería sino una gran fuerza física para tensar el arco. Por otro lado, su alcance teórico era el doble que el de las flechas, unos 1,000 m, aunque era difícil acertar a más de 100 m. Además, sus heridas eran más graves que las de las flechas, pudiendo producirla de forma más eficaz a 50 m, es decir, 3 o 4 veces más lejos de los arqueros, y atravesar una armadura a 30 m, el doble de distancia que un arco.

Sin embargo, se ha hablado demasiado sobre la importancia del arcabuz en la era Sengoku y su expansión, sin duda motivada por las exageraciones de los cronistas y el cine. La victoria del primer unificador de Japón, Oda Nobunaga, en Nagashino en 1575 sobre los Takeda se suele presentar como un triunfo definitivo del arma de fuego en la guerra, ya que de ella se dice que Nobunaga juntó 3,000 arcabuceros. Tal cifra proviene de la crónica Shincho koki, pero se han encontrado versiones anteriores que hablan de tan solo 1,000 tiradores, una cifra interesante pero insuficiente para detener a a 15,000 hombres de los Takeda. Por otro lado, la afirmación relativa a que estos soldados formaban un grupo de 3 filas en las que unas iban disparando mientras las otras cargaban para ofrecer así una barrera de fuego continua también cuestionada, ya que estas formaciones requerían un entrenamiento intensivo mediante unidades estables que no podía llevarse a cabo con las heterogéneas fuerzas de la época, formada por contingentes de diferentes grupos de señores. 
  • Tamaño y composición de los ejércitos
Conocer el número de soldados que podía reclutar cada señor o daimio de la era Sengoku es fundamentalmente para entender porque algunos de ellos sobrevivieron y otros fueron aniquilados, y así poder analizar correctamente sus relaciones de fuerza y sus dilemas estratégicos. Para ello, siempre es preferible partir de documentos administrativos (como convocatorias de soldados u hojas de paga) que confiar en las crónicas, realizadas con los limitados medios de la época y, por tanto, muy meritorias pero plagadas de rumores y medias verdades. Una fuerte indirecta aunque excepcional y poco utilizada es conocer el valor de las posesiones controladas por los daimios, ya que las obligaciones del servicio militar se regulaban en función del peso económico de dichas posesiones. Al principio dicha valoración se realizaba en monedas de cobre o kan, pero ante el deterioro del sistema monetario por las continuas guerras empezó a realizarse en especie, en arroz. Así las tierras eran valoradas en koku, siendo un koku unos 180 litros, suficiente para alimentar a un hombre durante un año. Cada gran señor tenía sus propias normas, pero a partir del segundo unificador, Toyotomi Hideyoshi (hacia 1590-1600), el sistema se fue homogeneizando en todo Japón, de modo que para un daimio que tuviera 10,000 koku en propiedades se exigía el servicio de 152 soldados, agrupando 20 jinetes, 50 arqueros, 50 lanceros y 25 arcabuceros. Finalmente el sistema fue totalmente impuesto en 1649 tras el triunfo del tercer y último unificador, Tokugawa Ieyasu, que pasó a exigir 135 hombres por esa cantidad de koku, aunque de ellos un 63% pasaron a ser porteadores, es decir, no combatientes. El sistema kokudaka de reclutamiento en uso de tiempos de Hideyoshies un indicador en general muy fiable de las tropas que como máximo podía reclutar cada daimio.

Los Uesugi lograron sobrevivir todas las guerras y, a pesar de contar con unos recursos bastante limitados, pudieron mantener a raya a los poderosos Takeda hasta su destrucción. Según un registro de tropas de 1559 los Uesugi sólo podían juntar 6,871 hombres, cifra que es fiable ya que es similar a la estimación de tropas que se hace en función de la valoración de sus tierras en 1578; unos 550,000 koku,es decir, al rededor de 8,000 soldados. Solo en 1600, en su máximo poderío, con 1,2 millones de koku sus ejércitos podían sumar unos 18,000 hombres. Por tanto, las afirmaciones de las crónicas que hablan hasta de 18,000 hombres en Kawanakajima (1561), deben ser desechadas por exageradas. A partir de este registro de 1559, parece probable que su composición fuera un 9% de caballería, siendo el resto infantería, en su mayoría lanceros, con solo un 5% de arcabuceros.

Los grandes rivales de los Uesugi eran los Takeda que ocupaban una serie de llanuras que constituían el mejor criadero de caballos japoneses. De hecho, su caballería era la más magnifica y famosa de la época, llegando a 9,121 jinetes según un registro familiar de 1559. No obstante, a pesar de su poderío  (según este mismo registro podían equipar hasta 33,736 hombres), fueron aniquilados por Oda Nobunaga. De hecho, que ni siquiera pudieran imponerse a los más débiles Uesugi, con los que libraron hasta 5 batallas indecisas en Kawanakajima. Una explicación que puede darse es que tenían que destinar la mitad de sus tropas a vigilar a sus vecinos, los también hostiles Hôjô, pero a pesar de ellos tadavía contaban con una superioridad de más de 2 a 1 frente a los Uesugi. En todo caso, hay un dato clarificador que no ha sido advertido hasta la fecha: cada jinete Takeda contaba con 2 acompañantes, definidos como "seguidores". Tradicionalmente se les consideró como combatientes, pero en el registro no se les llama ni samurais ni ashigaru. Por tanto, probablemente no eran más que pajes y porteadoresque vigilaban el equipo del señor mientras este luchaba, le ayudaban a armarse y le servían antes de la lucha, pero no llegaban a combatir. Los servidores representaban ni más ni menos que 18,242 hombres, de modo que la potencia de combate real de los Takeda, si eliminamos a los servidores y además quitamos la mitad de los soldados para vigilar a los Hôjô, era solo ligeramente superior a la de los Uesugi, unos 7,500 combativos efectivos, lo que explicaría su incapacidad para derrotarlos. La composición de sus ejércitos puede estimarse en un 27% de jinetes, un 13% de lanceros, un 6% de arqueros y arcabuceros y un 54% de no combatientes.

Los Hôjô lograron aguantar hasta 1590 gracias a su excelente administración y gran cantidad de recursos. Aunque no tuvieron comandantes destacados en el campo de batalla, su sistema se basaba en proteger su territorio con gran número de fortalezas, lo que les hizo prácticamente inconquistables hasta la invasión masiva de Hideyoshi, con todo el Japón bajo su mando. Turnbull evalúa sus efectivos potenciales como un 55,133 hombres a partir de las compañías de soldados o shu que debían aportar vasallos. Sin embargo a través de los mismos registros Conlan que podrían equipar a unos 20,000 soldados en 1559, fueron valoradas en 2,5 millones de koku, ello implicaría unos 37,500 hombres en servicio para esta fecha, en su máximo apogeo, de los que la mitad o más estarían destinados a funciones de guarniciones. Su composición podría ser un 20% de jinetes, 6% de arcabuceros, 2.5% de arqueros, y un 71.5% de lanceros y portaestandartes.

Los Mori, ubicados en el extremo occidental de la isla de Honshu, tenían tierras por valor de 1,205,000 koku hacia 1600, lo que implicaría unos 14-18,000 hombres en función de si aplicaron su más liviano sistema de reclutamiento tradicional (126 soldados cada 10,000 koku) o incorporaron el más exigente de Hideyoshi. Por tanto nada que ver con los 30-36,000 hombres que las propias crónicas de Mori dicen que los enviaron a la expedición de Corea de 1592 o que fueron reclutados en 1600. Como solo la mitad de ellos lucharon en Sekigahara , probablemente sólo hubo 7,500 Mori en este choque, en lugar de 15,000 repetidamente citados . Su composición era menos de 1% de caballería, un 40% de piqueros, otro tanto de arqueros, y casi un 20% de arcabuceros. 

Respecto de Sekigahara, Tokugawa es citado también con dos ejércitos que sumarían 66,000 hombres, pero sus efectivos reales serían de unos 37,000 hombres aproximadamente, ya que sus posesiones pasaron a ser las de los Hôjô en 1590. De ellos solo 18,000 lucharían en Sekigahara, esto es, uno de los dos ejércitos. De hecho, a través de estos datos sobre Tokugawa, los de los Mori y los de otros líderes como los Ukita, los Kobayakawa, Asano, etc. parece que los ejércitos principales de cada bando que luchó en Sekigahara en 1600 sería más bien de unos 40,000 hombres cada uno (en lugar de los 80-88,000 defendidos hasta la fecha), cifras más razonables y que coinciden con los de los mayores ejércitos formados en Alemania la casi coetánea Guerra de los Treinta Años.

En cuanto a Oda Nobunaga, podemos realizar una estimación de sus fuerzas teniendo en cuenta que hacia 1577 controlaban unas trece provincias de Japón. Cada provincia producía unos 300,000 koku de media aunque algunas, como las de Kanto llegaban a 400,000 y otras, como las del occidente, a solo 200,000 koku. Por tanto, Oda tendría unos 3,9 millones de koku bajo su control lo que implicaría unos 58,000 soldados bajo su mando, sin contar a Tokugawa, que con dos provincias dominadas en aquella época le podría aportar unos 9,000 más. Sin embargo, era imposible controlar en el siglo XVI a una masa tan grande de hombres, y sus territorios eran demasiado extensos como para poder contar con un solo ejército, de modo que sus hombres se dividían hasta en 4-5 ejércitos distintos, el principal bajo Nobunaga, con quizá 20,000 hombres, y los restantes bajo sus subordinados Hideyoshi, Akechi, Shibata o Nobukatsu (el hermano de Oda), de unos 10,000 hombres cada uno.

Los Los Imagawa aniquilados por Nobunaga en 1560, controlaban dos provincias, de modo que podrían contar con el equivalente a unos 600,000 koku, o sea unos 9,000 hombres en lugar de los 20-40,000 citados por las crónicas. Otros daimios menores, como los Rokkaku o los Azai, se repartían la riquísima provincia de Omi, pudiendo por tanto contar con unos 3,000 hombres cada uno. Por ello no es de extrañar que Nobunaga los destruyera a todos, ya que en aquella época (principios de la década de 1570) contaría con unas tres provincias (unos 13,500 hombres) y otros dos de su aliado Tokugawa.

De los Shimazu, finalmente, ubicados al sur de Kyushu, para la expedición de Corea en 1592, convocaron 15,097 hombres para servir en ella, y sin embargo según la crónica Mori, únicamente equiparon 10,000 hombres. Según los registros familiares se sabe que sólo llegaron a marchar 4,200 combatientes. Para Turnbull la diferencia hasta los 10,000 de la crónica de Mori eran los dos combatientes, aunque quizá fueran los menos, ya que sabemos que los Shimazu, en 1600, tenían tierras por solo 550.000 koku, de modo que es probable que no pudieran equipar a más de 8,000 hombres. El dato que establece que para el sitio de Minamata, en 1581, juntaron 115,000 hombres tiene que ser, por tanto, totalmente desechados ya que podría tratarse de un registro defectuoso. Con tal ejército los Shimazu hubieran podrido rechazar fácilmente la invasión de Hideyoshi acontecida poco después. La composición de sus ejércitos podría ser un 14% de jinetes, un 36% de arcabuceros e igual porcentaje de arqueros, siendo el resto lanceros y portaestandartes. 
  • Las bajas en batalla
Si hemos de creer a los cronistas, las batallas campales eran terriblemente sangrientas, con la práctica eliminación del ejército derrotado. Sin embargo, los contemporáneos, escribiendo muchas veces a partir de rumores y sin acceso a estadísticas, confundían la frecuente dispersión del ejército vencido con su número de bajas era mucho menor que en las guerras modernas, donde la potencia de fuego ha hecho verdaderamente estragos. Takeda shingen, tras su derrota en Kawanakajima en 1561, una batalla especialmente sangrienta, reconoció haber perdido 3,000 hombres, es decir, un 20-25% de su ejército. En los informes redactados de batalla redactados en el siglo XIV se listan las acciones de 8,634 individuos, de los que 8.3% fallecieron o sufrieron heridas. Estas cifras representan las bajas producidas a lo largo de un siglo, tanto por largos choques como por escaramuzas o asedios, de modo que aunque deben incrementarse un poco al hablar de batallas campales, nos dan una idea de su magnitud. Por otro lado, a ellas deberían añadirse el número de prisioneros tomados por el ejército vencedor. Estas cifras para todo el siglo son coherentes con las encontradas para la batalla de Kioto del 30 de junio de 1336. Así, de todos los registros encontrados para este choque se deduce que de los participantes de ambos bandos un 11% fue hecho prisionero y un 17% murió o fue herido. De un desglose de este dato se puede deducir que, en una batalla campal, el vencedor tenía al rededor de 10% de bajas y el perdedor de 20-25% entre muertos heridos y prisioneros

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