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sábado, 12 de mayo de 2018

El Japón del Siglo XVI.- La era de un país en guerra

Hacia mediados del siglo XV, el poder del gobierno Muromachi había ido debilitándose poco a poco, situación que degenero en un clima de gran agitación en torno al asunto de la sucesión al trono de la familia del sogûn. Unido a esto, dos señores feudales, Hosakawa Katsumoto (1430-1473) intervinieron en la propagación de esta agitación. Fue en este contexto dónde se fraguó la rebelión de Ônin, que estalló en 1467 cuando diversos señores feudales se enfrentaron dividiéndose en dos clanes rivales: el clan de Hosokawa y el clan de Yamana. Kioto, campo de batalla, fue arrasado por la guerra. Esta rebelión fue sofocada gracias a un tratado firmado por ambos bandos en 1477, pero la guerra se extendió en diversos lugares de Japón, llevando al país a una situación caótica y dando a este periodo el nombre de Gekokuiyô, la edad de las armas, la palabra Gekokuiyô refleja como los inferiores vencieron a los superiores por medio de las armas.


  • El surgimiento de los señores feudales
Tras la rebelión de Ônin, los señores feudales conocidos como Sengoku Daimyô (castellanizado como daimio), fueron estableciéndose en diversos lugares de Japón. Algunos de estos señores feudales eran descendientes de antiguas familias que se remontaban incluso a la Edad Antigua, como el clan de Takeda de la provincia de Kai, el Imagawa de Suruga, el Rokkaku de Ômi, el Ôtomo de Bungo o el Shimzu de Satsuma. Sin embargo la mayoría de ellos eran nuevos señores feudales que llegaron a ascender por las armas al puesto de gobernadores locales, matando a los antiguos señores.

Los Sengoku Daimyô establecieron sus nuevas bases políticas, instaurando un sistema de gobierno de características autóctonas y originales: organizaron a sus propios vasallos, reformaron el sistema territorial, y establecieron un gobierno directo sobre los agricultores. Hay que destacar que, a partir de principios del siglo XVI estos Sengoku Daimyô llegaron a amasar un gran poder. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, los antiguos linajes feudales comenzaron a extinguirse, favoreciendo el surgimiento de nuevos Sengoku Daimyô, como el clan Uesugi de la provincia de Echigo, el Saitî de Mino, el Oda de Owari, el Azakura de Echizen, el Asai de Ômi, el Môri de Aki, el Chôsokabe de Tosa o el Ryûzôji de Hizen, que se convirtieron en nuevos linajes de señores feudales. Dispersos por todo el territorio de Japón, estos nuevos linajes desarrollan sus propias políticas territoriales y alianzas entre ellos, mientras que otras veces se enfrentaban y guerreaban unos contra otros.

  • Vasallos y sistema territorial
La organización de los distintos grupos vasallos variaba enormemente en función del Sengoku Daimyô. Básicamente la clasificación de vasallos era del siguiente modo: los vasallos cercanos (Ikke-shû o Ichimon-shû), los vasallos antiguos (Fundai), los nuevos vasallos y los vasallos cercanos (Kuni-shû o Tokoku-shû) y los vasallos inferiores (Ochûkan-shû o Okomono-shû). Entre ellos, los que más poder tenían eran los vasallos antiguos. Al margen de los tipos anteriormente citados, existían otro tipo de vasallos, llamados Yorioya, que sirvieron de organización militar a los poderosos señores locales y a los samurai nativos de su tierra (Yoriko). En tiempos de guerra, los Sengoku Daimyô reclutaron temporalmente incluso a los agricultore provenientes de sus posesiones.

Dentro de los vasallo, se obligó a vivir a los más importantes en la ciudad del castillo de su señor feudal. Sin embargo, en los primero tiempos, esta política era difícil de llevar a cabo de manera eficiente, porque muchos de estos vasallos tenían sus tierras en lugares diferentes y debían dedicarse a la administración de la agricultura local. Los territorios de estos se habían configurado a través de concesiones de tierras a gran escala por parte de sus señores feudales, a las que fueron añadiéndose poco a poco otros territorios. En pago por estas donaciones, los vasallos se comprometían a ofrecer sus servicios militares y el pago de tributos (Tansen, Munabetsusen) a sus señores feudales. El control directo de los vasallos por parte de los señores a través de sus concesión de tierras se convirtió, pues, en una característica muy importante en el periodo de los Sengoku Daimyô.

  • El sistema tributario y la administración de las tierras
La fuerza militar de los Sengoku Daimyô dependía del cumplimiento del servicio militar obligatorio por parte de sus vasallos. En muchos casos, dicho servicio militar se decidió según la cantidad de tributos que cada vasallo pagaba (Kandaka). Así se reguló el número de soldados que cada vasallo tenía que reclutar y la cantidad de armas que debía preparar en función de esos Kandaka. Los Sengoku Daimyô calculaban la cantidad de Kandaka que necesitaban recaudar para administrar los territorios de sus vasallos, hecho que convirtió a estos tributos en un elemento importantísimo para el desarrollo de las políticas de los Sengoku Daimyô.

Para administrar este sistema, los Sengoku Daimyô debían investigar las posesiones y las tierras de los vasallos. Aunque no todos los Sengoku Daimyô realizaron estos catastros, muchos sí los pusieron en marcha, como el clan de Gohôjyô, el de Imagawa, el de Takeda y el de Môri, entre otros. En épocas posteriores, el futuro unificador de Japón, Toyotomi Hideypshi, realizaría estas pesquisas enviando a sus oficiales a cada una de las tierras de sus vasallos. sin embargo, lo normal era que los vasallos informaran directamente sobre la situación de sus tierras a sus señores feudales.

  • El control de los territorios
Para desarrollar las administración de los territorios y aumentar sus fuerzas, los Sengoku Daimyô tenía que reforzar no solamente su fuerza militar, sino también su poder económico. Para ello establecieron diversas políticas.

En primer lugar, desarrollaron una política agrícola para aumentar la productividad de sus cultivos mediante la explotación intensiva de nuevas tierras, la renovación de los sistemas de irrigación y la realización de diversas obras de ingeniería para la regulación de los cursos fluviales. Gracias a estas mejoras, aumentaron enormemente tanto la extensión de los campos de arroz como su productividad. Además, para conseguir aumentar el número de agricultores, ordenaron volver a todos aquellos que previamente habían sido expulsado de sus campos por no pagar tributos.

En segundo lugar los Sengoku Daimyô intentaron poner en explotación las minas de oro y plata, ya que necesitaban fondos para las armas y los alimentos de los soldados. Así, se abrieron minas en diversos sitios de Japón, llegando incluso a enfrentarse clanes rivales par ala consecución del control sobre dichas minas, como en el caso de los clanes Ôuchi, de Amago y de Môri, que lucharon furiosamente para conseguir la mina de plata de Iwami.

En tercer lugar, los Sengoku Daimyô intentaron proteger y controlar los comerciantes y artesanos, muchos de los cuales fueron invitados a establecerse en las ciudades de los Sengoku Daimyô. Se les concedió permiso de libre compraventa y se prohibió el establecimiento de monopolios. En los territorios de estos señores se fueron configurando diversos mercados locales, basados en ferias periódicas. Algunos comerciantes de estas ciudades, bajo la autorización de los Sengoku Daimyô, controlaron al resto de los comerciantes normales en la ciudad del castillo y en los demás territorios de los señores feudales. Estos comerciantes especiales se encargaron de conseguir las armas necesarias para las guerras de sus señores. Gracias a todas estas medidas la economía de los Sengoku Daimyô no era tan cerrada como en épocas anteriores. En cuanto a las medidas militares y económicas, hay que destacar que los Sengoku Daimyô llegaron a administrar directamente sus propias ciudades y puertos. Además, organizaron abundantes hospedajes y abolieron muchos peajes antiguos para desarrollar la res de comunicaciones.

  • Legislación
Para desarrollar sus políticas, los Sengoku Daimyô legislaron sus propios códigos territoriales, llamados Bunkoku-hô o Sengoku-Kahô. Los códigos más conocidos eran Sagarashi-hatto (código del clan Sagara), el Ôuchishi-okitegaki (del clan Ôuchi), el Imagawa Kanamokuroku (del clan Imagawa), el Jinkaisyû (del clan Date), el Kôshûhatto no shidai (del clan Rokkaku), entre otros. salvo escasas excepciones, los nuevos códigos establecidos por los Sengoku Daimyô eran originales.

Para confeccionar estos, los Sengoku Daimyô debían ser conscientes de su propio poder público, lo cuál es una característica propia de este período. Los contenidos de los códigos eran muy amplios. Los puntos más importantes era el control de los agricultores y de los vasallos, por lo que se legislaba sobre cuestiones como la sucesión familiar, el casamiento, la prohibición de poseer tierras por parte de los sumarais o las disputas entre estos duramente castigadas. Así, los Sengoku Daimyô consiguieron controlar con mano firme a sus vasallos.

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