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lunes, 8 de enero de 2018

LOS ORÍGENES DE ROMA



Transcurridos diez años de asedio, los griegos (aqueos en aquella época) decidieron retirarse de Troya para regresar a su tierra. O al menos eso hicieron creer a sus enemigos. 

Como es normal tras una larga y extenuante guerra, los troyanos decidieron festejar a lo grande su reciente triunfo. Bailes, sacrificios, banquetes y raudales de vino se hicieron presentes en la fiesta. 

En una de las plazas cercanas de la ciudad, se encontraba un enorme y bello caballo de madera. Los aqueos lo habían dejado a manera de ofrenda para congraciarse con su diosa, Atenea a quien habían ofendido tiempo atrás, cuando Aquiles y Diomedes entraron a su templo y robaron el Paladión. 

Una de las creencias de aquella época, afirmaba que la ciudad que guardara dentro de sus murallas a un caballo de madera sería inexpugnable. Es por ello que los aqueos lo habían fabricado de tal manera que no cupiera en las puertas de Troya. Sin embargo, los troyanos desmontaron los bloques de piedra que conformaban el dintel, para así poder guardarlo. 



El caballo en realidad era producto de un ingenioso plan ideado por el astuto Odiseo. Cuando los hombres que habitaban el interior del caballo sintieron el silencio de la ciudad, salieron y abrieron las puertas a sus compañeros para comenzar la masacre de sus enemigos. Mientras la ciudad se consumía por el poder de las llamas, los hombres fueron asesinados, las mujeres violadas, y los niños esclavizados.

Poco antes de la masacre, el príncipe Eneas, hijo de Anquises y la diosa Venus fue avisado por el espíritu de su primo, Héctor, quien había fallecido a manos de Aquiles. Héctor le exhortó que reuniera a su familia y huyera con ellos. Durante el caos de la lucha, Eneas perdió a su esposa, sin embargo, el espíritu de ella le dijo que se olvidara de ella y huyera. 

Eneas acompañado por su anciano padre Anquises, su hijo Ascanio y un grupo de seguidores se embarcó con dirección al oeste. Después de diversas peripecias, arribaron a una ciudad recién fundada: Cartago. 


Cartago -ciudad nueva- había sido fundada por  colonos de la ciudad de Tiro. Dirigidos por la reina Dido, habían pedido a los habitantes de la región una parcela en la cual asentarse. Al principio se mostraron reacios a dicho deseos, sin embargo, Dido afirmó que sólo necesitarían la tierra que abarcara la piel de una vaca. Hábilmente, Dido cortó en finísimas tiras la piel de la vaca, y con ello pudo rodear una colina entera, el terreno donde se fundó Cartago. 

Cuando Eneas y sus acompañantes arribaron a Cartago, esta ciudad había comenzado a prosperar. Dido se enamoró del príncipe troyano, con quien se acostó bajo el amparo de una cueva. Eneas pensó seriamente en quedarse en aquellas tierras, sin embargo, fue avisado que su destino era llegar a tierras italianas donde fundaría una ciudad que llegaría a dominar el mundo. 

Eneas se marchó y abandonó a una despechada Dido, quien decidió suicidarse, no sin antes vaticinar una encarnizada rivalidad entre sus descendientes y los de Eneas: 

Tirios, perseguid con odio a toda esta estirpe venidera y ofreced este tributo a mis cenizas. ¡Que no haya amor ni tratado que una a estas naciones! ¡Levántate de mis cenizas, vengador desconocido, para acosar a los colonos de Troya con hierra!

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Tras diversas peripecias, los viajeros llegaron a la región central de Italia, llamada Latium o Lacio. Allí Eneas se casó con Lavinia, hija del rey Latino.

Al crecer, Ascanio, hijo de Eneas, decidió fundar una nueva ciudad en las faldas del monte Albano. La ciudad llevaría el nombre de "Alba Longa" y reinaría durante numerosos años. Tras una serie de monarcas, Alba Longa era gobernada por Numítor, pero su hermano pequeño de nombre Amulio, le arrebató la ciudad y se quedó con el trono. Para evitar problemas posteriores, Amulio se deshizo de los hijos de su hermano, excepto de Rea Silva, juzgándola como una amenaza menor. 

Para evitar que su sobrina procreara hijos, Amulio obligó a Reva par que se convirtiera en vestal. Pero el plan no salió como lo esperaba Amulio, Rea fue embarazada por Marte, el dios de la guerra. Tras dar a luz, Amulio tomó a los gemelos que Rea había dado a luz y ordenó a uno de sus sirvientes que abandonara a los niños en las aguas del río Tíber. Y así fue, pero los niños no perdieron la vino, sino que fueron rescatados por una loba, quien los amamantó hasta que un pastor llamado Fáustulo, recogió a los bebés y los llevó a su esposa. 



Los niños recibieron los nombres de Rómulo y Remo, y fueron criados en la colina del Palatino. Cuando los gemelos crecieron, marcharon junto a un discreto ejército de pastores, y asesinaron a Amulio, para regresar al poder a su abuelo Numítor.

Los gemelos decidieron fundar su propia ciudad, y decidieron asentarse a las orillas del río Tíber. Pronto surgieron los conflictos entre los hermanos al no ponerse de acuerdo en el lugar donde fundarían su ciudad. Remo era partidario de asentarse en el monte Aventino, sin embargo, Rómulo prefería el lugar donde habían pasado su infancia, es decir, el monte Palatino. Para llegar a un acuerdo, decidieron subir a lo alto de un monte, quien avistara más aves sería el que decidiría el lugar y nombre de la ciudad. Al final el ganador fue Rómulo, le dio el nombre a la ciudad: Roma, y eligió el Palatino como núcleo de su asentamiento. 

Fue así como la tradición cuenta que Roma vio la luz, fue así el nacimiento de un pequeño poblado que llegaría a dominar la mitad del mundo conocido en ese entonces. 




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