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domingo, 10 de diciembre de 2017

Castillo de Chenonceaux

El más espectacular castillo del Loira, levantado sobre un puente de cinco arcadas que atraviesan el río Cher, tiene una historia completamente femenina. Fue Thomas Bohier, recaudador general de impuestos de Normandía, quién hizo construir en 1515, sobre los cimientos de un molino fortificado, un castillo cuadrado según el gusto del primer Renacimiento francés, Fue su esposa Catherine Brinconnet la que dirigió los trabajos todavía inacabados en 1523 , cuando Bohier murió el Italia. Fue Luisa de Saboya, madre de Francisco I, la que hizo confiscar al heredero, Antoine Bohier, el edificio fue construido a fin de resarcir a la corona los fraudes financieros perpetuados por su padre. En 1547, recién ascendido al trono, Enrique II lo donó a su amante Diana de Poitiers, que encargó al arquitecto Philibert Delorme la construcción de las arcadas sobre el río. Pero el rey murió en 1559, y su esposa Catherina de Médicis I, convertida en regente de Francia , omnipotente y ávida de revancha obligó a Diana a cederle Chenonceaux, dónde hizo acabar por Delorme la galería sobre las arcas convirtiéndola en escenario de fiestas suntuosas y banquetes muy costosos para el erario público. Catherina dejó después el castillo en herencia de Luisa de Lorena, esposa de Enrique II, asesinado en 1589. Luisa se encerró en Chenonceaux, en una rígida observancia de su viudedad, vistiendo siempre de blanco (color de luto real) en una estancia tapizada de negro y adornada con emblemas negros de plata: cráneos, lágrimas, huesos, azadas de sepulturero y entregándose a continuos rezos por el alma de su marido. A su vez, ella murió en 1601 y el castillo pasó, a continuación a los Vendome y a los Condé, pero los nuevos propietarios lo dejaron prácticamente abandonado, hasta que en 1730 volvió a las manos de un financiero, Claude Dupin. Éste, junto a su mujer dio vida nuevamente al grandioso edificio, recibiendo a la élite de la sociedad parisina. La bella señora Dupin animaba con su gracia aquellas fiestas, a la vez que Jean-Jacques Rousseau, contratado como preceptor, se enamoró locamente de ella, aunque sin éxito. A la muerte de su marido, la viuda Dupin disfrutaba de tanta estima que incluso los jacobinos la dejaron vivir tranquilamente durante la Revolución, dónde falleció, en 1799, a los 99 años. Después de pasar por diferentes propietarios, Chenonceaux es hoy día propiedad privada.

El espectacular castillo casi puede ser confundido con un puente cubierto, debido a su espectacular estructura situada sobre el cause del río Cher, que se debe a Delorme que fabricó una especial ala alargada de dos pisos, con una fachada animada por extraordinarios antecuerpos, recorridos por dieciocho ventanas y nueve buhardillas de cada lado. El piso superior fue amueblado con mucho gusto y destinado a salón de baile. Actualmente las estancias conservan aún los espléndidos muebles, especialmente en las habitaciones de Catalina de Médicis, César de Vendome, Gabriela d´Estrées y Luis XIV, dónde entre otros se hallan los cuadros Primaticcio Nattier, Van Loo, Rigaud y Rubens, así como tapices flamencos y monumentales hogares de leña de Jean Goujon. Ocupando algunas dependencias fue creado un pequeño Museo de Cera con escenas de la vida cotidiana de Chenonceaux. Orientados al castillo se encuentran los jardines de Diana de Poitiers y de Catalina de Médicis.

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