Cuando Bambalina salió para La Habana, el capitán Manuel Agustín Mascaró se hizo cargo de la dirección del proyecto y durante su mandato las obras se realizaron a un ritmo acelerado. Sin embargo, Bernardo de Gálvez fue acusado de construir una fortaleza con la intención de rebelarse contra la corona española desde allí. Su repentina muerte se produjo el 8 de noviembre de 1786, con la suposición de que pudo haber sido envenenado, pero no se hallaron pruebas que apoyaran esta.
Sin un ingeniero a cargo, la Corona Española ordenó que la construcción se subastara a un precio equivalente a una quinta parte del total gastado en el proyecto. Después de no encontrar compradores, el virrey Juan Vicente Güemes Pacheco destinó el edificio para albergar el Archivo General del Reino de la Nueva España. Esta idea no prosperó, a pesar de que ya se tenían los planos adaptados para este propósito.
Alexander von Humboldt visitó el sitio en 1803 y condenó la venta de puertas, ventanas y cristales del palacio como una forma de recaudar fondos para la Corona. El edificio finalmente fue comprado en 1806 por el gobierno municipal de la Ciudad de México.
El Castillo de Chapultepec fue abandonado durante la Independencia de México hasta muchos años después, en 1833. En ese año el edificio fue elegido para ser la ubicación del Colegio Militar; como consecuencia, se hicieron varias modificaciones estructurales, incluida la adición de la torre de vigilancia.
Durante la Guerra mexicano-estadounidense, el ejército estadounidense bombardeó el castillo desde el 12 hasta el 13 de septiembre de 1847, finalizando cuando se izó la bandera estadounidense, en señal de victoria. Ese mismo día, el 13 de septiembre de 1847, los Niños Héroes murieron defendiendo el palacio, cuando éste era tomado por los soldados norteamericanos durante la Batalla de Chapultepec.
Con el nombre de Castillo de Miravalle en esta etapa el palacio comenzó a adquirir una imagen moderna, cuando a la llegada del emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa la emperatriz Carlota en 1864 decidieron establecer ahí su residencia oficial. El Emperador contrató a varios arquitectos europeos y mexicanos, entre ellos Julius Hofmann, Carl Gangolf Kayser, Carlos Schaffer, Eleuterio Méndez y Ramón Rodríguez Arangoity, para realizar varios proyectos que siguieron un estilo Ecléctico en la arquitectura, contrastando con el resto del castillo que tiene una arquitectura neoclásico y convertir el palacio en un lugar más habitable.
El botánico Wilhelm Knechtel se encargó de crear el jardín situado en la azotea del edificio. Además, el Emperador trajo de Europa varias piezas de mobiliario, arte y muchos otros finos artículos que siguen exhibiéndose hasta el día de hoy. Debido a que el palacio estaba retirado de la Ciudad de México, el emperador Maximiliano ordenó la construcción de un bulevar que conectaba directamente la residencia imperial con el centro de la ciudad, y decidió nombrarlo Paseo de la Emperatriz (en honor a su esposa). El actual Paseo de la Reforma.
El edificio cayó en desuso, una vez más, luego de la caída del Segundo Imperio Mexicano en 1867. Casi diez años más tarde, en 1876, un decreto estableció que fuera sede del primer observatorio astronómico de México, que se abrió en 1878. Sin embargo, el observatorio fue funcional por un período de sólo cinco años, después se decidió trasladarlo a la antigua residencia del arzobispo en Tacubaya. La razón era para permitir el retorno del Colegio Militar, así como transformar el edificio en la residencia presidencial.
El palacio fue objeto de varios cambios estructurales y remodelaciones en 1882 durante el mandato del Presidente Manuel González Flores conocido también como "El Manco de Tecoac", ya que éste decidió convertirlo nuevamente en residencia oficial. Algunos otros presidentes que hicieron uso del palacio como residencia oficial fueron Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.
Se continuó usando como residencia oficial hasta el 3 de febrero de 1939 cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río decretó una ley que estableció el Castillo de Chapultepec como sede del Museo Nacional de Historia, con las colecciones del antiguo Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía y fue declarado Monumento Histórico. El museo fue abierto el 27 de septiembre de 1944.
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