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sábado, 19 de agosto de 2017

Era de Heian (Tercera Parte)

Los Gobernadores y la Gente de las Provincias
Tras el envió de los burócratas a los estados como gobernadores y la selección de señores autóctonos como oficiales, se comenzaron a dar situaciones ya que los primeros eran forasteros y los segundos nativos de las provincias. Cuanto más los primeros daban prioridad a su carácter de recaudadores de tributo, considerando en poco el mantenimiento de los campos y el beneficio de los pueblos, tanto más se alejaba su manera de pensar de aquella de los segundos, quienes incluso los atacaron instigando a los campesinos. Por su parte, los gobernadores se protegían mediante la fuerza militar, formando guerreros profesionales a su costa. Aunque la antipatía latente entre el gobernador y os autóctonos (señores y campesinos) iba en aumento, por tradición la gente era sumisa a la autoridad imperial y la respetaba en tanto su noble estirpe, por lo que los ex gobernadores podían mantener su prestigio para siempre. Cuando terminaba su mandato, algunos gobernadores habían acumulado bienes y poder, y que no tenían esperanza alguna de que se les promoviera en el centro, preferían permanecer en la provincia y no regresar a la capital, aunque el gobierno central lo prohibió por ley.

Rebeldía contra el Régimen
En cierta provincia oriental de Japón vivía la familia Taira, descendiente del emperador Kanmu. Entre ellos estaba Taira-no-Masakado, cuyo abuelo, ex gobernador de provincia, había decidido permanecer ahí al término de su mandato. Masakado peleó contra uno de sus parientes y lo venció, lo que posiblemente le enseñó la importancia de disponer de fuerza militar, de ahí que otorgara a los campesinos varios favores a cambio de que lo acompañaran al campo de batalla.
Masakado, que había reunido gran fuerza militar, atacó a un gobernador, cuya injusticia lo irritaba. Lo apresó, se apoderó del sello de gobierno, saqueó sus bienes e incendió centenares de casas. Aunque al parecer en ese entonces no pensó en organizar una rebelión abierta contra el gobierno central, el año siguiente arremetió en contra de varios gobernadores, bajo el supuesto título de "nuevo emperador", e intentó remplazarlos con sus amigos y hermanos. No obstante, al parecer aún temía el régimen central: no mató a los jefes depuestos, sino que los envió presos a la capital en custodia. Los nobles, quienes disfrutaban de un largo periodo de paz desde el reinado de Saga, se asustaron porque creyeron que las tropas de Masakado había venido a asaltar la capital. Por esos días, en la parte occidental del país, los pirataas dirigidos por Fujiwara-no-Sumitomo provocaban graves trastornos. 
Los nobles de la capital creyeron que ambos se habían rebelado contra el régimen como resultado de una conspiración . Sumitomo había sido subgobernador y, luego de terminar su mandato, permaneció en la provincia, organizó la fuerza marítima y asaltó las flotas de tributo. Para los gobernadores, Sumitomo era un enemigo tenaz, aunque nunca tuvo la intención de revelarse contra la autoridad.
Como el régimen no tenía suficientes tropas para someterlos, en forma precipitada reclutó algunos nobles y los los nombró comandantes generales.  Además, prometió dar titulo de noble a quien matara a Masakado. Esta fue una medida eficaz en aquellos tiempos, ya que todos codiciaban dicho titulo. Ambos rebeldes fueron rápidamente sometidos, pero los acontecimientos dejaron claro que el régimen central ya no era fuerte y tenía que contar con la fuerza local, cuyo poder había crecido con los recursos económicos que había acumulado. De hecho, quién acabó con Masakado fue un ex burócrata que se quedó en la provincia, y el vencedor de Sumitomo, un ex gobernador con la capacidad de organizar la fuerza militar local.
Lo interesantes es que Masakado era muy popular, al grado de consagrarlo como un dios, aun cuando era un insurgente. El pueblo respetaba al gobernador y su gobierno tanto como antes, pero en el fondo estaban descontentos. De esta manera fue creciendo poco a poco un nuevo poder entre los nobles disidentes en las provincias, quienes se criaban como guerreros y lograron construir una clase aparte.

Pelea entre Hermanos por la Regencia
Desde Yoshifusa, una parte de la familia Fujiwara (particularmente la del Norte) gozaba de una posición privilegiada en la corte. Pero entre la misma familia había conflictos: en 969, después de 110 años del inicio de la regencia por Yoshifusa, el emperador En-yû subió al trono. Sólo tenía 11 años, y naturalmente, lo ayudaba el regente, miembro de la familia Fujiwara. Cuando este murió y todos creían que le heredaría Fujiwara-no-Kaneie, porque era el que ocupaba la más alta posición en la corte después del difunto, le dejó el puesto de regente y de supremo ministro a su otro hermano, Kanemichi, de mayor edad pero de grado inferior al de Kaneie. Kanemechi le había mostrado al emperador una carta de la difunta ex emperatriz en la que se estipulaba que la selección del regente debía realizarse por orden de edad.
Cinco años después de su regencia, Kanemichi enfermó gravemente. Cuando recibió la noticia de que se acercaba el séquito de Kaneie, se emocionó al pensar que venía a animar a su hermano moribundo; sin embargo, el desfile pasó delante de la casa sin detenerse hasta el palacio. Kaneie venía a pedir al emperador que le permitiera suceder a su hermano en el caso que este muriera. Al saberlo, Kanemichi, furioso, se levantó de la cama, se vistió, fue al palacio ayudado por el médico y el enfermero, y tuvo su última conferencia con el emperador, en la que manifestó si decisión de que le sucediera otro ministro. Días después murió. Kaneie, por supuesto, estuvo inconforme, pero lo toleró en espera de otra oportunidad.
Tiempo después, el emperador En-yû abdicó tras un reinado de 15 años. El nuevo emperador llamado Hanayama. Para su infortunio, al siguiente año de haber ascendido al trono, perdió a su amada emperatriz, que estaba embarazada. Entonces se presentó la gran oportunidad de Kaneie: convenció al joven y desesperado emperador de irse a vivir con Buda, y le ayudó a escapar del palacio para entrar en un templo y declarar desde ahí su renuncia. El siguiente emperador tenía solo siete años de edad y era nieto de Kaneie, por lo que el regente se retiró, entregando su posición a Kaneie, quién por fin triunfaba.

Antiguos Matrimonios
A diferencia de la vida actual, antiguamente la gente tenía otras costumbres respecto al casamiento: los jóvenes visitaban a las muchachas que eran de su agrado y, si alguna les parecía particularmente hermosa, la solicitaban en matrimonio. Si ella otorgaba su consentimiento, la ceremonia tenía lugar. En el caso de los nobles, después de la boda la esposa permanecía en su casa y el esposo la seguía visitando. Como la bigamia no estaba mal vista, el marido podía visitar y pedir en matrimonio a otra muchacha. Por su parte, la esposa también podía casarse con otro. Si se llegaban a encontrar en la misma casa, debía comportarse con decencia y ocultar sus celos. La mujer tenía la obligación y el derecho de criar a todos sus hijos en su propia casa. La familia de la esposa tenía una fuerte influencia sobre los hijos, por lo que todos los nobles de alto rango querían casar a sus hijas con el emperador, pues podían acariciar a los príncipes como sus parientes, aunque vivieran en el palacio. Si un príncipe era sucesor al trono, con seguridad lograrían obtener el poder supremo como tíos o abuelos del emperador.

El Regente Michinaga
Fijiwara-no-Michinaga fue el cuarto hijo de Kaneie, quién obtuvo el puesto de regente del emperador y de ministro supremo. Cuando Kaneie ocupó ese cargo, otorgó a sus hijos altos grados y puestos importantes en la corte. Y fue asi como el joven Michinaga ascendió pronto. Tuvo buena suerte: una epidemia asoló la región y murieron sus hermanos mayores y muchos ministros, lo que facilitó su encumbramiento como jefe de la familia. A los 30 años ya ocupaba el puesto de primer ministro y se había convertido en excelente ayudante del emperador Ichizyô. Su poder fue continuamente en aumento. Cuando subió al trono su nieto, el emperador niño Goichizyô, Michigana tenía poder casi absoluto y manejaba a 20 de los miembros de la corte. En 1017, a los 51 años, traspasó la regencia a su hijo mayor, Yorimichi, y mantuvo el poder como ex regente. Dejó escrito un poema que ilustra claramente el poder que logró en la vida: "Este mundo es mio como la luna llena que nunca mengua".

Florecimiento de la Cultura de la Nobleza
A pesar del debilitamiento del sistema de gobierno u de la gran falta de seguridad pública en el país, los nobles gozaban de una vida opulenta y elegante. Con el refinamiento de la vida, la cultura se volvió más estética y refinada. A principios del siglo XI destacaron muchas personas de gran talento. Entre ellas, dos mujeres: Murasaki Shikibu y Seishô Nagon, en la rama de la literatura. ambas sirvieron a las emperatrices y escribieron grandes obras literarias: la primera una enorme novela titulada Guenzi-Monogatari (Historia de Guenzi), en el cual un príncipe vive sus amores con varias mujeres. Su plan de gran alcance, el argumento ingenioso, su expresión precisa y elegante, así como su profunda contemplación psicológica, son elementos que al autora maneja con tal maestría que, aun ahora, esta obra es considerada una de las más grandes novelas japonesas. La segunda dejó un ensayo acerca de los acontecimientos cotidianos de aquel tiempo. Por la profundidad y modernidad de sus observaciones, y por su aguda crítica, este ensayo aparece a veces en los exámenes de ingreso a la universidad. 

El Otro Mundo
Al principio, los japoneses eran realistas, no pensaban en lo que ocurriría después de su muerte y a ésta la consideraban como sucia e intocable. Sin embargo, el budismo les enseñó la existencia de otro mundo dónde se renacería después de la muerte. Según esta forma de pensamiento, 1500 años después de la muerte de Shaka (fundador del budismo), empezaría una edad de oscuridad casi permanente en la que la gente ya no podría valerse por sí misma. En siglo XI pareció coincidir con esta descripción.
Para el pueblo que estaba profundamente influido por el budismo, el problema era muy grave, pues consideraba todos los desastres como una señal de esa edad oscura. Como resultado de la desesperanza de la gente se popularizó la veneración de Amida con fervor imaginando el paraíso, acto que se veía apoyado por los artistas que pintaban la tierra sagrada y esculpían la imagen de Amida. De esta época data el gran ensayo Ôzyôyôshû, escrito por el gran monje Guenshin, el cual comunicaba a la gente felicidad de la vida en el paraíso budista.
Durante sus últimos días, Michinaga también se preocupó por la vida en el otro mundo y mandó construir un templo de Amida, dónde pasaba sus días rezando . Del templo, destruido completamente por un incendio, no quedaron testimonios, pero imaginamos su grandeza por el que se construyó en Uzi por orden de su hijo el regente Yorimichi, el templo Hô-ô-dô y su Amida.

El Budismo como Religión de la Muerte
Hoy en día el budismo parece estar ligado estrechamente a la muerte: cuando alguien muere, se invita a un monje budista, y cuando se celebran los aniversarios de los difuntos, también se pide a los sacerdotes budistas presidirlos. Es probable que esta costumbre haya originado la veneración ferviente del otro mundo, pues aunque el budismo puede presidir ceremonias tanto de nacimiento como de matrimonio, nadie acude a los templos para ellos.
Además, se debe ser muy cuidadoso respecto al papel de las costumbres religiosas. Si alguien invita a un monje budista porque hay un moribundo en casa, pero éste todavía vive cuando llega el monje, se le reprochará diciéndole: "¿Acaso esperas su muerte?". Mientras la persona siga en este mundo, deben atenderlo los médicos, no los monjes, quienes desempeñaran su papel, una vez que la persona muera.
Desde tiempos antiguos, cuando alguien se sentía muy desesperado o se arrepentía profundamente de los errores cometidos, se retiraba a un monasterio y se cortaba el cabello. La expresión para designar este acto era: "salir de casa" y significaba "despedirse de este mundo", es decir, "entrar en el otro aunque se este vivo". Los templos budistas se convirtieron en símbolo del otro mundo.
Por otra parte, había templos budistas especiales, dónde recibían a las mujeres que quería divorciarse de sus consortes. Una vez que entraban allí nadie podía interferir en sus asuntos ni castigarlas, lo que significaba que tales templos pertenecían, verdaderamente al otro mundo.

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