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martes, 5 de septiembre de 2017

EL AVE FÉNIX


En efigies monumentales, en pirámides de piedra y en momias, los egipcios buscaron eternidad; es razonable que en su país haya surgido el mito de un pájaro inmortal y periódico, si bien la elaboración ulterior es obra de los griegos y de los romanos. Erman escribe que en la mitología de Heliópolis, el Fénix (benu) es el señor de los jubileos, o de los largos ciclos del tiempo; Herodoto, en un pasaje famoso, refiere con repetida incredulidad, una primera forma de la leyenda: 

"Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de Fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, y según los de Heliópolis, sólo viene a Egipto cada quinientos años, a saber cuando fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mole y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas, en parte doradas, en parte de color carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde Arabia hasta el templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande como sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatibles; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda entrar el cadáver de su padre, el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al Templo del Sol en Egipto, he aquí sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren.

Unos quinientos años después, Tácito y Plinio retomaron la prodigiosa historia; el primero rectamente observó que toda antigüedad es oscura, pero que una tradición ha fijado el plazo de la vida del Fénix en mil cuatrocientos sesenta y un años. También el segundo investigó la cronología del Fénix; registró que, según Manilio, aquél vivió un año platónico, o un año magno. Año platónico es el que requieren el sol, la luna y los cinco planetas para volver a su posición inicial; Tácito, en El diálogo de los oradores, lo hace abarcar doce mil novecientos noventa y cuatro años comunes. Los antiguos creyeron que, cumplido ese enorme ciclo astronómico, la historia universal se repetiría en todos sus detalles, por repetirse los influjos de los planetas; el Fénix vendría a ser un espejo o una imagen del universo. Para mayor analogía, los estoicos enseñaron que el universo muere en el fuego y renace del fuego y que el proceso no tendrá fin y no tuvo principio.

Los años simplificaron el mecanismo de la generación del Fénix. Herodoto menciona un huevo, y Plinio un gusano, pero Claudiano, a fines del siglo IV, ya versifica un pájaro inmortal que resurge de su ceniza, un heredero de sí mismo y un testigo de las edades. 

Fuente: El libro de los seres imaginarios. J.L. Borges.



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