En torno al fatídico años 1000, la Baja Austria, que se extendía por el norte de la orilla izquierda del Danubio, era todavía una tierra de conquista más allá del río que durante siglos había marcado la frontera entre dos mundos, Roma y los barbari. Laberíntico enclave de cadenas montañosas y valles, era conocida como la tierra de los Pforten, las puertas a través de las que pasaban las migraciones de los pueblos y también las más importantes vías comerciales. Se trataba de las puertas de Viena y de Hungría y también de Marovia y Bohemia. Era importante que en aquellos años de enfrentamiento estuvieran bien custodiadas y cuando convenía fueran cerradas; por esta razón tanto en la colina como en los valles fueron levantados castillos fortificados como el de Rosenburg, situado sobre las aguas del río Kemp, baluarte contra el que necesariamente tenía que batirse quien desde Bohemia quisiera marchar sobre Viena.
Esta temida eventualidad se produjo solo cuatrocientos años después de la construcción del castillo, cuando los belicosos y heréticos husitas de desplazaron más allá de Bohemia para destruir por la fuerza la iglesia católica, acusada de haber caído en manos del anticristo. Resenburg fue tomada y devastada en 1433. Todo cuanto quedaba, incluido el propio feudo, fue conquistado en 1476 con Kasper von Rogendorf, camerlengo del Emperador Federico III, que reconstruyó el castillo, vendiéndolo después en 1487 a los hermanos Jakob y Christoph Grabner. Fueron los Grabner y sus hijos y nietos, en especial Sebastián, los que tansformaron Rosenburg, que pasó de ser un castillo medieval a una residencia nobiliar fortificada de carácter renacentista. Desde 1593 hasta 1597, Sebastián ganó enormes sumas de dinero para actualizar la que se había convertido en la residencia de la familia. Endeudándose más allá de lo permitido, además de perder a su mujer, el empobrecido Sebastián tuvo que renunciar a su sueño y poner a la venta su castillo que fue comprado por Hans Jorger von Tolet en 1604, el cual lo revendió en 1611 al cardenal Franz von Dietrichstein, entonces obispo de Olomuc. La primera preocupación del prelado fue la de transformar la capilla del castillo, ya adecuada al culto protestante que en aquel momento dominaba en la región, en una iglesia católica. El valle del Kamp se convirtió, pocos años después, en el teatro de operaciones de la primera batalla correspondiente a la guerra de los treinta años entre católicos y protestantes, que ensangrentó toda Alemania. El castillo de Rosenburg fue tomado en 1620 por el caudillo protestante Freiherr von Hofkirchen, y sus defensores fueron exterminados. Sólo medio siglo más tarde la fortaleza volvió a resplandecer como una lujosa residencia señorial: comprada por la familia De Hoyos fue restaurada y embellecida, perdiendo a la vez la importancia militar debido a la conquista de Hungría por los Habsburgo, que alejaba todo peligro desplazando la frontera mucho más al sur.
El antiguo castillo medieval se levanta en torno a un torreón y un patio pentagonal rodeado de altas murallas. En los siglos XVI y XVII fue transformada en una fastuosa y casi pintoresca residencia renacentista que es la más grande (68 x 46 m) y la mejor conservada corte de Europa en la actualidad. De hecho, a vista de pájaro, la superficie de los edificios torreados parece casi superada por dos enormes patios cubiertos de vegetación (de los que uno es completamente porticado y casi recuerda a algunas cartujas italianas). No faltaron las habituales actualizaciones neogóticas del siglo XIX. Las numerosas y fastuosas estancias (notables son entre otras la biblioteca, la capilla y la sala de música) que reúnen una interesante galería de cuadros, colecciones artísticas, muebles muy valorados, monumentales hogares, armas blancas y de fuego y restos prehistóricos recuperados por el barón Ferdinand von Engelshofen.
0 comentarios:
Publicar un comentario