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martes, 30 de mayo de 2017

La Leyenda de Blancanieves

Las investigaciones de Karlheinz Bartels sobre el cuento, lo llevarón a Lohr am Main, localidad a orillas del río Meno, en la Franconia alemana: En este lugar nació el 15 de junio de 1725, Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, quién inspiró el cuento. El padre de la niña, fue Philipp Christoph von Erthal, Condestable del Electorado de Maguncia en Lohr. Por sus dotes diplomáticas, viajaba frecuentemente como enviado en misiones especiales, una especie de ministro de Asuntos Exteriores del ducado. Por eso, tuvo la oportunidad de relacionarse con emperadores, reyes y reinas de toda Europa. De ahí que, en el imaginario de los habitantes de Lohr, los von Erthals tuvieran todas las características de una familia real.

La residencia familiar era el castillo de Lohr. Tras la muerte, en 1741, de la madre de Maria Sophia, el padre se casó el 15 de mayo de 1743 con Claudia Elizabeth Maria von Venningen, nacida Condesa Imperial de Reichenstein. El hecho de que Philipp Christoph von Erthal no estuviera casi nunca en Lohr explicaría el evidente papel pasivo del rey en el cuento, según han concluido las investigaciones.

Una de las principales pruebas de que la historia está inspirada en ellos es “El Espejo Mágico”, dicho espejo de 1,60 metros de altura aún se puede admirar en el museo del Spessart, en el castillo de Lohr, procede de la manufactura de cristal de Lohr. Este fue un regalo del padre de Blancanieves a su segunda esposa y hablaba, como muchos de los espejos fabricados en Lohr, sobre todo por las leyendas que figuraban en sus marcos, especialmente a través de sus aforismos, pero también por sus curiosas propiedades acústicas, que hacen que, al hablar cerca de él, la reverberación haga que resuenen las palabras. La clara referencia a su egoísmo en el medallón de la derecha (se lee “Amour Propre”) debió de herir mucho la vanidad de la madrastra.

También se han comprobado las referencias locales en el área de Lohr. El “bosque virgen” en el cual fue expuesta Blancanieves, era naturalmente el Spessart. El camino de huida de Blancanieves “sobre las siete montañas” era el Höhenweg, mencionado ya en el siglo XIV. Desde Lohr, a través de este trayecto, por las siete montañas del Spessart, se podía alcanzar el pequeño reino “de los siete enanitos”. Asimismo “los siete enanitos que picaban y cavaban en busca de mineral”, eran mineros de talla pequeña o, más probablemente, niños que trabajaban en las minas de Bieber. Alrededor de 1750 picaban allí unos 500 mineros en busca de plata y cobre.

Respecto a la “manzana envenenada”, la mitad de la manzana fue sumergida por la malvada madrastra en zumo de belladona, fruto que se encuentra también en el Spessart. Sus bayas contienen Atropa belladonna utilizada, incluso a día de hoy, en medicina. Su narcótico produjo en Blancanieves una rigidez tal como si hubiera fallecido.
Debido a las cualidades de Maria Sophia, la población de Lohr la había convertido en una especie de hada. El cronista de la familia Erthal, M. B. Kittel, describía a Maria Sophia como una joven noble y llena de virtudes, “un ángel caritativo y bondadoso, activo contra la pobreza y la indigencia que demostraba su amabilidad personal.” Para el imaginario colectivo de la población de Lohr y el Spessart, la niña de los Erthal representaba la imagen ideal de la hija de un Rey.
Otro hecho que hacía que el pueblo sintiese simpatía hacia Maria Sophia, a la vez que añadía crueldad al comportamiento de su madrastra, era la ceguera parcial que María Sophia padecía desde niña y que se debía a las secuelas de la varicela.

Otra versión, del historiador alemán Eckhard Sander, dice que la inspiración para Blancanieves fue la joven condesa Margarethe von Waldeck. Dicha condesa vivió en Alemania en la primera mitad del siglo XVI. Según Sender, Margarethe tuvo un romance con el rey Felipe II de España, lo que no fue visto con buenos ojos por los cortesanos españoles, pues el rey ya estaba casado, por lo que habrían asesinado a la condesa envenenándola. De lo que no cabe duda es de que Felipe II, tras pasar largo tiempo viajando por Flandes y Alemania, volvió a España y no la volvió a abandonar.
Respecto a los siete enanitos, Sander coincide en que se trataría de niños desnutridos y envejecidos prematuramente por el trabajo en las minas de hierro, en este caso las de las propiedades de los von Waldeck. Debido a su pobreza, estos niños vestían largos abrigos y gorros muy parecidos a aquellos con los que se suele representar a los siete enanitos. Sander además asegura que a la condesa le gustaba jugar con estos niños con aspecto de enanos.


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