Todos los pueblos tienen un mito referente a la creación de la tierra y sus primeros hombres. En Japón existen dos libros antiguos que contienen los mitos de los antepasados: el Kojiki [Anales de los hechos antiguos] y el Nihonshoki [Crónicas del Japón], que fueron redactados por orden de los emperadores de principio del siglo VIII y abarca los mitos conocidos tanto en la corte imperial como los que se transmitían de generación en generación en las provincias.
En el comienzo de los tiempos era el caos, pero poco a poco el aire puro ascendió y el aire turbio bajó, formando el Cielo y la Tierra, de los que nació una deidad. Posteriormente se mencionan los nombres de los primeros dioses, por lo que adivinamos el proceso de cimentación del polvo primigenio hasta constituirse en la Tierra, como el dios cuyo nombre significa "Sólida estaca que protege a la Tierra contra la avalancha".
Por último nacieron los Iznagui e Izanami, una pareja de dioses que al remover lentamente el mar con un bastón salpicaron algunas gotas de sal, las cuales formaron una isla. Algunos dioses bajaron y edificaron un pilar sagrado y dando vuelta en derredor -por la izquierda el dios y por la derecha la diosa- yacieron juntos. Al primer hijo que nació le faltaban las manos y los pies, debido a que la diosa había seducido al dios. Arrojaron al niño al agua en un bote de caña, y de nuevo se unieron. Esta vez la diosa dio a luz con éxito a la isla del país primero. Luego nacieron los otros dioses: de la casa, del mar y de los ríos, del viento y de los árboles, de la montaña y de los campos, y por último, el del fuego, pero entonces Izanami murió en el parto, al quemar sus genitales.
La primera parte del mito es común en los países del sur del Océano Pacifico, pero su descripción esta fuertemente influida por el pensamiento chino. "Ascendió el aire puro y el aire turbio bajó" es una frase que corresponde a un mito filosófico, mientras que la segunda parte es enteramente política ("dieron origen al nacimiento del país").
Izanagui lamentó muchísimo la muerte de la diosa y, después de sepultarla, mató al dios del fuego. El dios visitó el país de los muertos y pidió a la diosa que regresara al mundo. Ella le contestó que debía esperar, pero el impaciente dios encendió un diente del peine sagrado para poder verla. Y se asustó mucho, ya que se había convertido en una mujer muy fea por haber comido alimentos del país de los muertos. El dios huyó y ella enojada le persiguió, a lo que él se defendía arrojandole la enredadera que le decoraba el pelo, el peine y un durazno. Por último le declaró el divorcio y ella gritó furiosa: "¡Marido amado, cada día matare a mil de tus vasallos!", a lo que el dios contestó: "¡Entonces me nacerán mil quinientos hijo!", por fin el dios logró escapar y llegó a Himuka a fin de purificarse con agua. Cuando se lavó el ojo derecho nació la diosa del Sol; cuando se lavó el izquierdo nació la diosa de la Luna, y cuando se lavó la nariz nació el dios Susano-o.
Este mito alude a la visión que se tenía de la muerte, el hecho de que no se describiera a detalle el país de los muertos ni la visión de quienes en este habitaban da a entender que temían tanto a la muerte que preferían no imaginarla. Una idea básica del sintoismo (religión politeista tradicional en Japón) se encuentra en la purificación de Izanagui tras la visita a dicho lugar. En la actualidad cuando regresan de una ceremonia funeraria suelen echar sal para purificarse.
Cuando después de la purificación, nacieron los tres dioses, se alegró mucho Izanagui y otorgó la autoridad de regir los Cielos a la hija mayor, entregándole un collar de piedras preciosas. Al dios lunar le correspondió el gobierno de la Noche y a Susano-o el de los mares. Este, sin embargo, no dejaba de echar de menos a su madre y lloraba tan fuertemente que secó los montes verdes y vació el agua de los mares y ríos.
Susano-o subió al Cielo a visitar a su hermana, pero sus pasos eran tan furiosos que la Tierra temblaba, llena de temor la diosa solar lo recibió con las huestes en armas, sospechando que su hermano intentaría apoderarse del Cielo. Ambos se enfrentaron separados por la Vía Láctea, e hicieron la "Prueba Sagrada": intercambiaron sus espadas y piedras preciosas y las quebraron. Susano-o fue vencedor y aumentó su arrogancia, cometió atrocidades como destruir la sementera de la diosa, enterró el canal y derramó estiércol en su comedor. Ella lo perdonó todo, pero cuando se encontraba tejiendo su sacro vestido, Susano-o arrojó dentro de la habitación la piel de un caballo desollado, provocando la muerte por espanto de una sacerdotisa. Esto enojó mucho a la diosa, por lo que decidió esconderse en una cueva celestial. A partir de ese momento el mundo quedó en tinieblas.
Los dioses, reunidos a la orilla de la Vía Láctea levantaron un árbol junto a la cueva donde se escondía la diosa del Sol y colgaron de él un espejo, collares y telas preciosas e hicieron que un gallo cantara varias veces. Sobre una cuba invertida trepó una diosa y empezó a bailar tamborileando con los pies. Al verla los dioses echaron a reír porque bailaba frenéticamente y desnuda. La diosa escondida queriendo saber que ocurría, entreabrió la puerta de piedra y se asomó, un dios que esperaba afuera, tiró con fuerza de su mano y la sacó y así volvió la luz al mundo. Los dioses capturaron a Susano-o y lo deportaron del Cielo, después de quitarle la barba y uñas.
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