Como Chenonceaux, el castillo de Azay Le Rideau "diamante facetado engastado en el Indre", según la definición de Balzac, fue encargado por un financiero de éxito y al igual que el castillo de Chenonceaux fue confiscado por Luisa de Saboya al propietario, quien se salvó de morir en la horca al refugiarse en Flandes, ya que ella se mostraba implacable con las enormes fortunas acumuladas por aquellos a quienes llamaba "insaciables parásitos de las finanzas de Francia". También en su construcción se nota la presencia de una mano femenina:de hecho había sido la mujer de Gilles Berthelot, el prófugo, quién dirigió los trabajos
Para mejorar su situación económica la corona revendió la propiedad y el castillo pasó por diferentes manos. En el siglo XVIII era propiedad de Henride Beringhen, cortesano de Luis XIII quién huyó a Alemania tras ganar la animadversión del cardenal Richelieu tras rechazar contarle un secreto que el rey le había contado. Su hijo Jacques-Louis, fue protagonista de un escándalo al ser raptado mientras cabalgaba a Versalles por un capitán holandes al que descubrió cuando intentaba entrar clandestinamente a Francia para capturar a una persona destacada. Él había sido ratado con todo miramiento, y cuando sus captores fueron arrestados, los alojó en el castillo "a la espera de las ordenes del rey", los presentó en la corte, los llevó a la ópera y en suma los trató con gran cordialidad. Azay le Rideau fue posteriormente vendido de nuevo y en 1903 se volvió propiedad del Estado y fue cuidadosamente restaurado perdiendo gran parte del inmenso parque.
Como en todo el Valle del Loira, también había aquí un antiguo castillo del que no ha quedado nada. En su solar fue levantado un castillo inspirado en las características de la arquitectura italiana y ubicado frente a un meandro del río Indre, que tuvo que ser reforzado para sostener los sillares de toba color crema expresamente transportados desde los valles del Cher sobre gabarras y carruajes. Resulta curiosa su plantta en "L". De estilo gótico no tuvo más que lo habitual: altos tejados de pizarra aligerados por frontones, tragaluces, volutas y nimbos en forma de concha, las fachadas fueron construidas con grandes ventanales y pilastras con capiteles sostienen las cornisas horizontales, a la vez que un fino cornamento en forma de ménsula recuerda las cuatro torres cilíndricas angulares de los puntiagudos tejados cónicos.
Los pisos interiores están unidos por una escalinata muy vertical de bóveda interna artesonada de piedra y delimitada por arcos, una novedad absoluta en la balbuceante arquitectura renacentisa francesa (hasta entonces había imperado, de hecho, la escalera de caracol medieval). Hoy aloja al museo del renacimiento.
Los pisos interiores están unidos por una escalinata muy vertical de bóveda interna artesonada de piedra y delimitada por arcos, una novedad absoluta en la balbuceante arquitectura renacentisa francesa (hasta entonces había imperado, de hecho, la escalera de caracol medieval). Hoy aloja al museo del renacimiento.
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