Tifón (hijo disforme de la Tierra y el Tártaro) y Equidna, que era mitad hermosa mujer y mitad serpiente, engendraron a la Hidra de Lerna. Cien cabezas le cuenta Diódoro el historiador; nueve la Biblioteca de Apolodoro. Lempriere nos dice que esta última cifra es la más recibida; atroz es que, por cada cabeza cortada, dos le brotan en el mismo lugar. Se ha dicho que las cabezas eran humanas y que la de en medio era eterna. Su aliento envenenaba las aguas y secaba los campos. Hasta cuando dormía, el aire ponzoñoso que le rodeaba podía ser la muerte de un hombre. Juno la crió para que se midiera con Hércules.
Esta serpiente parecía destinada a la eternidad. Su guarida estaba en los pantanos de Lerna. Hércules y Yolao la buscaron; el primero le quemó las cabezas y el otro fue quemando con una antorcha las heridas sangrantes, A la última cabeza, que era inmortal, Hércules la enterró bajo una gran piedra, y donde la enterraron estará ahora, odiando y soñando.
En otras aventuras con otras fieras, las flechas que Hércules mojó en la hiel de la Hidra causaron heridas mortales.
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