Bajando desde Aosta hasta el Piamonte a lo largo del valle de Dora se descubre un conjunto oscuro y complejo que al aproximarnos se convierte en un pintoresco y laberíntico enredo de muros, torres, barbacanas, caminos de ronda almenados y pequeñas torres angulares, sobre un pequeño altiplano que domina el fondo del valle. En el castillo de Fenis, uno de tantos que poseía la familia Challant, muy poderosa en el condado de Aosta. Fue Aimone de Challant, personaje destacado de la corte de los Saboya, quién comenzo la construcción hacia 1340, y su hijo Bonifacio quien la terminó al acabar el siglo.
Desde entonces fue la residencia habitual de la familia que lo habitó hasta las primeras décadas del siglo XVIII. En 1895, fue comprado por el arquitecto medievalista Alfredo D'Andrade, que realizó una completa restauración y lo donó al Estado. Nuevas obras de restauración, en este caso con un carácter más científico fueron realizadas en los años 1935-1936. Si por su aspecto exterior tiene unas características propias del medievo feudal de caballeros y damas, de juglares y trovadores, el interior, con sus sugestivos espacios dedicados a estancias y habitaciones, es un ejemplo de la transición propia del siglo XV de este tipo de edificios que pasaron a fortalezas a residencias nobiliarias. Ésta pátina de civilización cortesana sobrepuesta a la áspera arquitectura militar queda más de manifiesto en los frescos de la capilla y del patio, obra de Jaquerio y de su taller realizadas según el gusto del elegante gótico internacional.
Había primero una torre antiquísima que quizá vigilaba una mina de pirita del tiempo de los romanos. Sobre esta base fue construido el castillo que forma parte de la estrategia defensiva de los Saboya. Del edificio primitivo queda hoy día la torre cuadrada que constituía su núcleo.
El castillo se eleva sobre un montículo cubierto de vegetación que domina el poblado que se encuentra a sus pies, y presenta una triple muralla fortificada y numerosas torres dispuestas a lo largo de su planimetría pentagonal. Al fondo del patio interior, cuadrado, se encuentra una sólida pero elegante escala semicircular, embellecida con un fresco de San Jorge, que lleva hasta una doble galería cubierta decorada con frescos de la primera mitad del siglo XV y atribuidos a Giacomo Jaquerio.
En el interior destaca la magnifica capilla pintada con frescos de Jaquerio (1425-1430) como la Crucifixión, la Virgen de la Misericordia, San Juan Bautista y el Arcángel Miguel. Después de la restaauración de 1936, el conjunto fue incorporado al Museo del Arrendamento Valdosano, con muebles y objetos de los siglos XV-XVII.
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