Charles Dickens es uno de los principales autores de la era victoriana, maestro del género narrativo, al que imprimió ciertas dosis de ironía agregado a la crítica social. El guardavías es una muestra de estos elementos, fue publicado en el año 1866 en la revista literaria All the Year Round, fundada por el propio Dickens siete años antes. Este cuento fue escrito en un momento de gran debate en Inglaterra acerca de los sistemas de señalización y la prevención de accidentes ferroviarios, su titulo original es “The Signal-man”, y se puede encontrar en la antología “El guardavías y otras historias de fantasmas”, que recopila algunos cuentos publicados entre 1836 y 1870.
Está ambientado en el portal del túnel de Clayton, West Sussex, Inglaterra y fue inspirado por dos accidentes de trenes: el primero, un choque en este túnel, el 25 de agosto de 1861, que dejó 23 pasajeros muertos y 176 heridos, y el segundo, un descarrilamiento en Staplehurts. El accidente del descarrilamiento tuvo lugar un 9 de junio de 1865 y en este tren viajaba el propio Dickens, quien regresaba de Francia. Un error de señalización impidió que el maquinista recibiera una advertencia correcta de las obras de reparación de la vía férrea, causando que los siete primeros vagones del tren cayeran de un puente que estaba siendo reparado. En el accidente perdieron la vida 10 personas y 40 resultaron heridas. El único vagón de primera clase que no cayó fue en donde se encontraba Dickens y se dice que el escritor colaboró atendiendo a los heridos y moribundos mientras los rescatadores llegaban.
En la historia, un viajero narra cómo al pasar cerca de un túnel, ve a un guardavía y lo llama "¡Eh, oiga! ¡Allá abajo!", lo cual inquieta al trabajador. El viajero logra bajar y conversar con él, pero antes de eso describe que el guardavías trabaja en la más profunda soledad y que a pesar de no haber cruzado palabra con él siente un cierto temor en su presencia, el guardavías le cuenta que en sus años de juventud asistió a la universidad y estudiaba filosofía natural pero que había desaprovechado sus estudios. Parte de la descripción de este personaje que centra en que es un hombre escrupuloso y muy cuidadoso con su trabajo, pero hay algo que lo perturba profundamente.
El viajero promete visitarlo nuevamente la noche siguiente. En la segunda visita, el guardavía le confiesa que una noche de luna llena había escuchado que alguien le llamaba de la misma manera que el viajero "¡Eh, oiga! ¡Allá abajo! ¡Cuidado! ¡Cuidado!", que tras atender al llamado había ido en la búsqueda de quien le llamaba y tras llegar a donde se encontraba había desaparecido, seis horas despues se había producido un accidente justo en el lugar dónde había ocurrido la visión.
Contó que siete meses más tarde volvió a ver al espectro en una postura de agobio o pesar y que unas horas después en uno de los trenes había signos visibles de conmoción entre los pasajeros, por lo que hizo las señas correspondientes para que el maquinista se detuviera, al suceder eso los pasajeros dieron parte de una joven mujer que había muerto instantáneamente. Finalmente contó que el espectro llevaba una semana en la luz de Peligro y haciendo sonar la campanilla de forma que solo el guardavías podía escuchar, el hombre se encontraba torturado debido a que no sabía la razón de estas numerosas apariciones y le preocupaba la magnitud de lo que el espectro auguraba.
Al tercer día, el viajero sale a disfrutar de una maravillosa tarde y posterioirmente se dirige a dónde se encontraba el guardavias en cumplimiento de su promesa. Al llegar al túnel ve algo que encaja con la descripción del espectro y se llena de pánico, pero posteriormente se da cuenta de que era un hombre y que llamaba a otros más quienes se veían alterados, al preguntar lo que había sucedido le contaron que un guardavías había sido arrollado por un tren, al pedir una explicación más detallada el maquinista le contó:
"-Lo arrolló la máquina, señor. No había nadie en Inglaterra que conociese su trabajo mejor que él. Pero por algún motivo estaba dentro de los raíles. Fue en pleno día. Había encendido la luz y tenía el farol en la mano. Cuando la máquina salió del túnel estaba vuelto de espaldas y le arrolló. Ese hombre la conducía y nos estaba contando cómo ocurrió. Cuéntaselo al caballero, Tom.
El hombre, que vestía un burdo traje oscuro, regresó al lugar que ocupara anteriormente en la boca del túnel:
-Al dar la vuelta a la curva del túnel, señor -dijo-, lo vi al fondo, como si lo viera por un catalejo. No había tiempo para reducir la velocidad y sabía que él era muy cuidadoso. Como no pareció que hiciera caso del silbato, lo dejé de tocar cuando nos echábamos encima de él y lo llamé tan alto como pude.
-¿Qué dijo usted?
-¡Eh, oiga! ¡Ahí abajo! ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Por Dios santo, apártese de la vía!
Me sobresalté.
-Oh, fue horroroso, señor. No dejé de llamarle ni un segundo. Me puse el brazo delante de los ojos para no verlo y le hice señales con el brazo hasta el último momento; pero no sirvió de nada."
Cuando el viajero escucho el relato no pudo evitar sentir un enorme sobresalto ya que eran las palabras y los gestos que el guardavías mencionaba que veía en el espectro.
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